Seamos francos
–Seamos francos –suplicó él.
–¿Cómo? ¿Sinceros? –se carcajeó ella.
–No. Bajitos, con mala leche y dictadores –respondió, tajante, él, harto ya de sus desprecios.
Desde ese preciso instante, su tormentosa relación fue ya pasado.
–Seamos francos –suplicó él.
–¿Cómo? ¿Sinceros? –se carcajeó ella.
–No. Bajitos, con mala leche y dictadores –respondió, tajante, él, harto ya de sus desprecios.
Desde ese preciso instante, su tormentosa relación fue ya pasado.