El señor Medina
Para todos aquellos que pertenecen a la primera generación de españoles que convivió con la televisión, Mariano Medina es el hombre del tiempo por antonomasia. Para quienes nacimos unos años más tarde, en cambio, su figura se reduce a la anécdota mil veces repetida –cada vez que a TVE se le ocurre mirar hacia sus archivos históricos– de que apostó –y perdió– su bigote a que su predicción se cumplía, a pesar de que, al parecer, el protagonista de esta historia fue su colega Eugenio Martín Rubio.
Sin embargo, algo de ese prestigio de hombres del tiempo que nunca erraban en sus predicciones, pese a que trabajaban con métodos y medios mucho menos sofisticados que los de hoy en día, sigue quedando. Porque, si no fuera así, ayer no habría sido testigo de una curiosa conversación al hilo de la lluvia que estos últimos días se empeña en bañar las calles de Madrid.
Corría haca casa, con bastante hambre, tras haber pasado la mañana en un foro económico, cuando, al pasar por delante de un comercio que estaba cerrando, escuché a uno de sus empleados –tal vez su propietario– quejarse de lo mal que le había ido la mañana. La persona que lo acompañaba intentaba animarlo, diciéndole que en televisión habían dicho que hoy haría bueno.
«No sé yo… Si lo hubiera dicho Mariano Medina, todavía. Pero con los de hoy, seguro que llueve», le respondió escéptico el primero. Su interlocutor, algo abatido, no tuvo más remedio que darle la razón: «¡Qué tiempos los del señor Medina!».
Y es que, en el fondo, tienen razón. A pesar de tantos satélites, radares y modelos generados por ordenador, los hombres –y mujeres– del tiempo de hoy no son como los de antes: aunque el sol pugnaba por abrirse un hueco entre las nubes, cuando venía de camino al trabajo estaba lloviendo.
[Fotografía de Alvimann/Morguefile]