Por ahí vienen nuestros padres…

Arrebuscando por el archivo de esta bitácora, he descubierto que hace ya casi siete meses que no dejo por aquí ninguna de esas coplillas que mi abuela escuchaba recitar a su padre, algunas de las cuales empecé a compartir en una sección que, como ya expliqué en su día, se me ocurrió denominar Antivitates.

Para subsanar ese largo aunque habitual vacío, hoy traigo una sencilla adivinanza, a la vez que hago propósito de aprovechar mis cercanas vacaciones para intentar surtirme de unas cuantas estrofas más para los próximos meses. En esta ocasión, se trata de lo que se dicen dos mujeres al ver dirigirse a dos hombres hacia donde ellas se encuentran:

Por ahí vienen nuestros padres,
esposos de nuestras madres,
padres de nuestros hijos
y nuestros maridos mismos.

Como ya se habrán imaginado –y si no lo han hecho, ya se lo digo yo–, se trata de averiguar cuál es la relación que une a ambas mujeres para que se cumplan las cuatro premisas. Aunque hay que pensarlo un poco, les aseguro que la solución no es tan difícil y, por si lo están pensando, ya les adelanto que no son madre e hija ni suegra y nuera.

Hagan sus apuesten en los comentarios y, en unos días, les doy la solución. A la primera persona que acierte la invito a una caña. Siempre, claro está, que no me quede muy lejos de Madrid o de Gran Canaria.

Solución 12-09-2010: Como, muy bien dedujo D’Hubert –quién si no–, cada mujer se ha casado con el padre de la otra, a quien suponemos viudo. Así, los hombres, efectivamente, son sus padres, en su momento esposos de sus madres, padres de los hijos que hayan podido tener y sus propios maridos. Además, ellas mismas son a su vez madrastra e hijastra –palabras feas donde las haya, por cierto–, de forma recíproca.

Así que, fiel a mi palabra, D’Hubert, en una semanita te invitaré a una cerveza.