Contradicciones

Llevo algo más de dos días en Santo Domingo y, como acabo de contar en Un canario en el Caribe, la ciudad me está pareciendo bastante contradictoria, ya que en un mismo lugar convive la opulencia con la pobreza, el tráfico infernal con la apatía aparente de sus habitantes, los puestos callejeros con los anuncios de Carrefour o los cortes de luz con la próxima inauguración de una línea de metro.

En este contexto no me debe extrañar que mi reacción hacia la ciudad también sea contradictoria. En ocasiones, su paisaje caótico me produce rechazo, mientras que un instante después me descubro maravillado ante un nuevo rincón aparecido en medio de ese caos. Supongo que la sensación de provisionalidad que me produce no haber encontrado aún un lugar en el que instalarme tiene gran parte de culpa en esta situación.

Sé que sólo llevo dos días en el país y que apenas he empezado a buscar alojamiento, pero ante tanto cambio radical necesito algo de estabilidad y vivir en un hotelito, aunque tenga wi-fi gratis, no es lo más adecuado.

Más pronto que tarde encontraré un lugar para vivir y, entonces, podré dedicarme a conocer mejor esta paradójica ciudad. Sin embargo, y hasta entonces, no puedo dejar de sentirme contradictorio.