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Mi casa

sábado, 30 enero 2010

Es curioso lo difícil que puede llegar a resultarle a uno emplear un concepto (aparentemente) tan sencillo como el de casa cuando a esta palabra se le asocian las connotaciones del hogar. Recuerdo que en mi anterior etapa en Madrid tardé más de un año en dejar de referirme al lugar donde vivía como el piso y empezar a llamarlo mi casa con naturalidad.

Supongo que la sensación de provisionalidad que se desprendía del hecho de estar viviendo de alquiler, sin saber muy bien cuánto tiempo iba a pasar en la ciudad –aunque serían dos años como mínimo–, me había hecho prescindir de casi cualquier lujo con el que hacer más mío el piso en el que vivía, más allá de cubrir una pared con un mapa de Gran Canaria y varias postales con fotos de la isla.

Así que en esta nueva etapa, en la que la sensación de provisionalidad es aún mayor, ya que sólo tengo asegurado un año de trabajo, se me hace mucho más difícil dar el paso de empezar a llamar mi casa al piso en el que vivo. Porque la sensación de provisionalidad es mayor. Como sé que probablemente no voy a estar aquí mucho tiempo, he traído muchas menos cosas que la vez anterior.

Entre todo lo que he dejado en casa –porque la de Canarias siempre será mi casa aunque no viva allí– están los portarretratos con las fotos de la familia que personalizaban un poco el mueble de mi anterior salón. El de ahora está casi desnudo. Y, claro, ese es otro hándicap, porque no puedo dejar de comparar este piso con el otro. Que si la cocina del de antes era más nueva, que si había más enchufes, claro que era un quinto sin ascensor y en este apenas hay que subir escaleras. Además, era mucho más frío.

Como ya me ocurrió la otra vez, poco a poco me acostumbraré y me iré adaptando al nuevo piso, en el que vivo desde hace apenas tres semanas. Sobre todo ahora que ya llegó el paquete que me envié por correo y, entre otras cosas, he podido volver a montar el muro de la Isla.

Pero dudo mucho que en algún momento de este año empiece a considerarlo mi hogar, porque si, como dicen por ahí, mi casa está donde están mis libros, los once que me traje a Madrid no tienen nada que hacer contra los cerca de trescientos que dejé en Gran Canaria.

Nino Bravo, Esa será mi casa, 1970.

[Fotografía de kconnors/Morguefile]

3 comentarios leave one →
  1. Marta permalink
    domingo, 31 enero 2010 4:01 pm

    Eso de la provisionalidad me suena, me suena 🙂 yo también vine por seis meses… y ya llevo casi 6 años….y sí, mi casa no es lo mismo que mi hogar, pero algún día, nunca sabes cuándo, uno aunque no lo quiera o no se de cuenta, tu hogar se divide en dos mitades. Y se aman por igual.Saludos

  2. teniente d'hubert permalink
    martes, 2 febrero 2010 12:37 pm

    Pues mira con un kindle o un ipad podrías llevar cientos de titulos a cuestas, luego habría que revisar el «conceto» … 😀

  3. martes, 2 febrero 2010 1:31 pm

    @D’hubert, te veo obsesionadillo con el tema de los e-books. En cualquier caso, lo que aquí se aplica es el conceto romántico de libro: tinta generalmente negra, impresa sobre pliegos de de papel cosidos entre si y susceptibles de amarillear. 😉

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