Blogpocket, diez años de locura bloguera
Siempre me ha parecido muy gracioso que muchos detractores de Internet argumenten que la red es mala porque fomenta la soledad (¿qué hay más solitario que una persona encerrada durante horas en su cuarto, sin más compañía que la pantalla del ordenador?), lo que, irremediablemente desembocará en personas cada vez más asociales. Y digo que me hace gracia porque, no solo es un razonamiento erróneo, sino que es justo el opuesto a la realidad.
Hace alrededor de cuatro años y cuatro meses que entré por primera vez en el mundo de los blogs (los últimos tres años y diez meses, alimentando esta bitácora) y en todo ese tiempo he conocido, gracias a los blogs, a muchísima más gente de la que jamás habría imaginado y a la que posiblemente nunca habría conocido si no hubiese abierto un blog. Y, casi todas, maravillosas personas. Antonio Cambronero (@blogpocket) es una de ellas.
Empecé a seguir el blog de Antonio, junto con el del profesor José Luis Orihuela, poco después de desembarcar en la blogosfera, gracias a las recomendaciones de Manolo Almeida, aunque no lo conocí en persona hasta hace poco menos de un año, tomando cañas en el Mercado de San Miguel, de nuevo de la mano del señor Almeida. Después vendrían otras ocasiones, como InterQué, el EBE o la colaboración con Neumattic.
El pasado martes 25 de enero, Blogpocket cumplió diez años en la red, lo que lo convierte en uno de los decanos de la blogosfera española. Era una ocasión que había que celebrar por todo lo alto. Y eso fue lo que hizo Antonio anoche, reuniendo en un local de Madrid a un gran número de blogueros, tuiteros y demás fauna internetera, para pasar un rato inolvidable.
La noche comenzó fuerte: con la proyección de un vídeo que combinaba pantallazos de los blogs de muchos de los asistentes, con cientos de fotografías que prueban que Internet (o la web 2.0, al menos) es más que estar sentados frente a la pantalla de un ordenador. Luego vinieron las chapas conmemorativas del acontecimiento, las copas, la charla y, cómo no, la tarta.
En lo personal, como siempre, fue un placer reencontrarme con muchas caras conocidas, desvirtualizar algunas otras, y conocer a personas con cosas muy interesantes que contar y, también, echar de menos a algunos ausentes. Algo que, sin duda, no habría sido posible si no fuera por los diez años que lleva Antonio con la locura de los blogs dentro de él. Y que sean muchos más, que aún nos queda bastante por aprender.