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Excusas recurrentes (y preocupantes)

miércoles, 20 abril 2011

Cuando parecía que, al fin, había comenzado a reinstaurar una cierta regularidad en el ritmo de actualización de esta bitácora, de nuevo los astros parecen alinearse para complicar mi vida de tal forma que me resulte imposible dedicar el tiempo que me gustaría a escribir, no ya en este blog, sino en cualquier soporte que no sea el del editor de textos del periódico.

Sin embargo, y aun a riesgo de que suene a excusa recurrente con la que intentar disculpar mi ausencia a la vez que calmo mi conciencia, lo que cuento en el párrafo anterior es totalmente cierto. Porque mientras veo cómo la lista de entradas en estado de borrador vuelve a superar la decena y sobre mi mesa se acumulan notitas con temas sobre los que podría escribir, mi entorno se empeña en que no dé salida a toda esa creatividad.

Si la causa fuera que, en lugar de teclear en el editor del blog, lo hago en uno de los documentos que forman parte del proyecto de novela al que intento dar cuerpo, ni me plantearía escribir estas líneas de desahogo. Pero no es así. Esta semana, mi coche es la causa.

El lunes le dio por sufrir un reventón cuando volvía a casa y hacer que perdiera la tarde, esperando por la grúa (¡horror!, la rueda de repuesto, que nunca he usado, no tenía aire!) y, más tarde, quitando la rueda, llevándola a un taller, comprando una goma nueva y volviéndola a poner. Ayer me dio tregua (y aproveché para escribir, entre otros, este texto), pero hoy tengo que llevarlo a que le cambien el aceite.

Así que en estos momentos estaré perdiendo la mañana, de nuevo, por culpa de mi coche. Lo malo es que no será la última vez. Seguro que para mañana ya se le ocurrirá otra nueva avería con la que torturarme. Este año ha pasado tanto tiempo en el taller que comienzo a plantearme muy seriamente que, ahora sí, va siendo tiempo de cambiarlo.

Porque lo peor de todo es que cuando abrí el editor del blog yo no quería hablar de esto. Excusas…

Loquillo y Trogloditas, Cadillac solitario, 1983.

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