¡Copiad, malditos!
Hay que reconocer que incluso desde antes de su emisión, ¡Copiad, malditos! era el documental de moda en Internet. Más allá de que la polémica se centre en el descontento que ha producido el montaje final en alguno de los entrevistados, tal vez lo más significativo sea que no presenta una equidistancia exquisita entre partidarios del Copyright actual y quienes defienden un modelo alternativo de gestión de la propiedad intelectual. De hecho, es el primer trabajo producido por TVE bajo una licencia Copyleft.
Y, quizá, eso sea lo que preocupe a quienes se agarran a la falacia de que equidistancia es igual a objetividad. Intentan denostar esta coproducción de elegant mob films y Televisión Española atacando su forma de distribución y no el fondo.
Se puede estar de acuerdo o no con el enfoque. Se puede discrepar de las tesis que de forma más o menos explícita asume (y defiende) el documental. Pero es innegable que se trata de una excelente herramienta para empezar a comprender de forma crítica cómo funciona la industria que se nutre del trabajo de los creadores y cómo una reforma más que necesaria haría tambalearse sus cimientos.
Y, casi con total seguridad, el precedente que sienta que una obra financiada por los impuestos de los ciudadanos sea de estos nada más ver la luz (como, por otra parte, debería ocurrir con todas las obras financiadas con dinero público) sea lo que más preocupe a quienes son capaces de recurrir a todo tipo de artimañas para defender, cueste lo que cueste, el sistema establecido. Y, para eso, no hay nada mejor que todo tipo de descalificaciones y cortinas de humo.
Entretanto, y pese a quien pese, seguiremos copiando como malditos.
Realmente el problema no es la forma de distribución del documental. El problema es su contenido, que tenía un sesgo descarado. Tomaba partido de una forma clarísima en favor de la distribución de contenidos por Internet.
Lo cual es un punto de vista legítimo, pero yo siempre he creido que la función del periodista es presentar los hechos para que el espectador piense por sí mismo, no decirle lo que tiene que pensar. Y eso hacía el documental: intentaban que te diera vergüenza tener otra opinión.
@David, evidentemente, la forma de distribución del documental es una cortina de humo para no entrar en el fondo, que en este caso es que el sistema de distribución actual ha caducado, por mucho que las distribuidoras se empeñen en negarlo.
Que el documental tome partido, no me parece en absoluto nada censurable, siempre que lo haga con honestidad y no lo oculte. Eso de que el periodismo tiene que ser imparcial es una falacia, ya que cualquier decisión, por pequeña que sea ya implica una carga de subjetividad. El Periodista, ante todo, tiene que ser honesto. Y, en este caso, tomar partido por los usuarios, a priori, los más débiles en esta lucha ante las grandes distribuidoras y sociedades de gestión no me parece especialmente censurable.
En cualquier caso, coincido contigo en que la función de la información es hacer pensar, no decirte lo que tienes que pensar. Lástima que muchas personas prefieran solo la segunda opción. 😉