Abrumado
Como ya viene siendo habitual en los últimos años, este 14 de febrero me he despertado con una avalancha de mensajes en WhatsApp y decenas de notificaciones en Facebook que, a medida que iba transcurriendo el día, no dejaban de aumentar. Incluso –y asombrosamente– se vieron acompañadas de alguna que otra llamada de teléfono. Una arcaica aunque muy cercana forma de comunicación y que, a estas alturas de la vida, aunque solo sea por el esfuerzo de sincronía comunicativa que requiere, hace hasta más ilusión.
Mensajes, decía, que a pesar de lo avanzado del día no cesan de llegar en un lento y halagador goteo que, ahora que la cuesta abajo hacia la cuarentena es más que una realidad, me mantienen en una especie de nube perenne.
Abrumado y agradecido, me enfrento con fuerzas renovadas a un nuevo año de mi vida. El último, antes de un nuevo cambio de década. De un nuevo salto al vacío.
[Fotografía de diapicard/Pixabay]