Aplatanado agobiado
Últimamente no hago más que ir de un extremo a otro. Lo cierto es que llevo unos días bastante ocupado, pero con la situación controlada y en calma. Sin embargo, no sé por qué, hoy, justo después de comer, una alarma saltó en mi cabeza y, de repente, parecía que durante los días anteriores no había estado haciendo nada y llega la presión.
En ese momento, cuando parece que todo va a estallar a tu alrededor, tienes que tomar por enésima vez una determinación y no dejarte vencer por el agobio de la situación. No puedes derrumbarte. Te paras cinco minutos, respiras hondo, buscas una válvula de escape y vuelves a empezar. Así, una y otra vez.
Además, la presión te acompaña toda la vida. Mientras estudias, antes de cada examen, por mucho que hayas estudiado, te asaltan las dudas. Luego, al acabar, con suerte, comienzan las presiones laborales, que son peores. De combinar ambos tipos, mejor no hablamos. Lo malo, como es mi caso, es cuando esa presión se lleva por dentro, sin que se note. Corres el riesgo de parecer “el hombre tranquilo” u “otro canario aplatanao más sin sangre en las venas”.
Llega el momento que el vaso se llena y hay que estallar. Se puede hacer gritando, bailando, corriendo, nadando, limpiando o hasta escribiendo. Da igual. Lo positivo es que toda crisis se supera. Mañana todo habrá quedado atrás y vendrá la calma que sigue a la tempestad.
Y yo volveré a ser el canario aplatanado de siempre, que parece que no trabaja, aunque lo haga como un burro.