¡Vaya semanita!
Hay ocasiones en las que uno se levanta y afronta sus obligaciones por inercia, como si tuviese conectado una especie de piloto automático. Esto es lo que me ha sucedido todas las mañanas de esta última semana. Cada día se me hace más pesado levantarme cuando suena el despertador. No tengo unas vacaciones en condiciones desde julio del año pasado y mi cuerpo empieza a manifestar claros síntomas de agotamiento.
Gran parte de la culpa de que me encuentre así la tiene la crisis hipotecaria, que hizo del mes de agosto, cualquier cosa, menos un mes tranquilo. En cualquier caso, parece que septiembre empieza un poco más calmado. La redacción se vacía de becarios y vuelven los jefes. Madrid también comienza a llenarse de gente otra vez y el calor no sabe si quedarse o retirarse.
El jueves celebramos la cena de despedida. Al salir del restaurante fuimos a tomar una copa a una discoteca que prácticamente llenamos los treinta y pico que nos juntamos, entre becarios, redactores y algún que otro jefe despistado. Lo que iba a ser sólo una copa derivó en que, cuando quise darme cuenta, eran casi las cinco de la mañana.
Con sólo tres horas de sueño, el viernes amenazaba con ser un día duro, pero no. Me costó levantarme, pero durante el día no sufrí las consecuencias de la falta de descanso. Tal vez fuese que la expectativa del concierto me mantenía alerta. Porque en la guagua, a las doce y pico, de vuelta a casa, el sueño empezaba a hacer acto de presencia.
Ayer y hoy sí que he notado los efectos de mis excesos. Me temo que los años comienzan a pasar factura, aunque en mi defensa diré que el viernes tenía mucha mejor cara que los niños de veintipocos años que, poco a poco, iban abandonando la redacción.
No sé qué me encontraré mañana cuando llegue al trabajo, pero mi firme propósito es adelantar la mayor cantidad de trabajo posible, porque el 20 de septiembre quiero estar en Gran Canaria. Necesito descansar, huir de Madrid.
De momento, y para abrir boca, el 14 me escapo un par de días a Oviedo. A ver si tengo ocasión y, aunque sea el Cantábrico, encuentro algún puntito desde donde pueda ver el mar y cargar pilas, algo que hace tiempo que me va haciendo falta.
Para eso deberemos darnos un salto a Gijón y volver a visitar EL ANTIGUO y, si el tiempo acompaña, dar un agradable paseo por la playa de San Lorenzo ( por cierto, podrías enriquecer el blog, con alguna reseña gastronómica: aquí, en LPGC, le tengo echado el ojo a un par de sitios muy interesantes y que, probablemente, sean de tu agrado ) .
Hombre, veo que mis indirectas son entendidas a la primera. En cualquier caso, no sé si en dos días habrá tiempo para tanto. En cuanto a lo de las reseñas gastronómicas, no creo ser el más indicado para ello… a menos que sean los propios restaurantes los que me inviten a comer por la patilla. 😉