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Señores, muchachos y niños

martes, 29 enero 2008

Intentaré, si puedo, escapar de la locura en que se ha convertido este blog en las últimas veinticuatro horas. Nada mejor para tratar de recuperar la normalidad y no dejarnos arrastrar por la vorágine de los acontecimientos que seguir escribiendo como hasta ahora. Y sobre los mismos temas que hasta ahora. Prefiero pocos lectores, pero fieles, que miles de lectores de un solo día.

Una de las cosas que más choca de vivir fuera de casa son los cambios en la forma de hablar. No me refiero al acento, ni a usar distintas palabras para nombrar una misma cosa, sino a cómo, por provenir de distintos lugares dentro del mismo país, nos expresamos de forma totalmente diferente.

En los dieciséis meses que llevo viviendo en Madrid, he escuchado muchas veces, cómo al ir caminando por una acera más o menos estrecha y llevar un par de personas -casi siempre señoras mayores o madres con sus hijos- delante que me impedían adelantarlas -porque suelo caminar con un paso bastante ligero-, una le decía a la otra «deja pasar al chico».

O estar esperando en la cola de los embutidos del supermercado y que alguien contestara a la pregunta de «¿Quién da la vez?» con un «el muchacho», refiriéndose a mí. Son dos ejemplos comunes, de la vida diaria que, sin que lo pensara mucho, me hacían sentirme casi como un colegial.

Sin embargo, desde hace un par de meses, esas expresiones han ido cambiando de forma sutil, casi imperceptible. Ahora las madres les dicen a sus hijos «deja pasar al señor» y en la charcutería me preguntan «¿es usted el último?» o alguien se refiere a mí como «el señor». Me tratan de usted, cuando en el Banco, donde tenía autoridad y vestía con traje y corbata, ni siquiera me llamaban así los estudiantes que iban a abrir su primera cuenta.

Supongo que se trata de una tontería, pero cuando estás a menos de tres semanas de cambiar dos dígitos cada vez que tengas que escribir tu edad, te pones algo sensible con este tipo de cambios. Y piensas que, por muy joven que seas y te sientas, tal vez, empiezas a formar parte de otra generación.

Esos días, echas de menos estar en Canarias, donde todo el mundo te trata de tú y donde, para cualquier persona de una generación anterior a la tuya siempre serás «mi niño». Aunque tengas sesenta años.

Y, sobre todo, cuando estás a punto de cumplir treinta.

9 comentarios leave one →
  1. Marta permalink
    martes, 29 enero 2008 7:22 am

    Lo más curioso que me ha pasado ha sido llegar al hotel en Las Palmas y que la recepcionista me preguntara: Qué desea mi nina? Jo, es que me tuve que reir un poco… ella era de mi edad y bueno, es que no estaba acostumbrada, y nada más llegar te sueltan algo así y te tienes que reir….al cabo de los días uno se acostumbra también! Fué el recibimiento más simpático que me han dado nunca. Otra vez, llegué a Astillero, de donde soy, derecha del aeropuerto de Bilbao a Correos, para pedir el voto hace unos anios, y nada más llegar me dijo el funcionario de turno: BUENO! A VER, QUÉ! yo acostumbrada como ya estaba a tratar a todo el mundo de usted. Mentiría si no dijera que me dolieron los oidos.
    Peor fué la experiencia en el Corte Inglés de Santander, la vispera de Reyes de hace también algunos anos. Estaba en la sección de caballeros a punto de pagar algo que había comprado para mi padre. La chica que me iba a cobrar me preguntó: Cómo va a pagar? El jefe que estaba a su lado la llamó a parte y la dijo delante de mí que qué era eso, que había que preguntar: Cómo desea pagar? La muchacha volvió a mí a pedirme disculpas casi llorando, y la dije como pude que no tenía importancia, que no se preocupara. Me acordé de la familia de ese energúmeno que encima estaba allí sin pegar golpe. Yo estoy de acuerdo con que a la gente que no se conoce se le debe tratar de usted. Saludos !!

  2. martes, 29 enero 2008 7:58 am

    me gusta tu blog es muy curioso el ver cuando sales fuera de tu tierra el que dichos, palabras, tratos, no se, un montón de cosas cambian, e incluso la forma que se tiene de hablar es totalmente diferente. Eso enriquece muchísimo a todos. Seguiré leyéndote, saludos desde Zaragoza.

    http://notengoiphone.wordpress.com

  3. teniente d'hubert permalink
    martes, 29 enero 2008 8:57 am

    Hombre, espero que lo de » el señor » no se refiera además a tu facultad de caminar sobre las aguas, multiplicar los panes y los peces y expulsar demonios… ;D
    Por cierto, lo de que alguien que no conoces se dirija a uno por «mi niño» siempre me chirrió un poco y para que no me llames antipatriota, tampoco me gustó nunca lo de «quillo» o «chaval» . No sé, me da la sensación del que te interpela de esa manera sin tener relación con uno se toma excesivas confianzas , vamos, lo que aquí se llama un «confiansúo» .

  4. martes, 29 enero 2008 10:00 am

    Ruymán, tienes que hacerte a la idea de que ya eres viejo jajajjaja… lo peor es que vinieras de vuelta y un chandalero te dijera «¿Qué pasa, viejo?» jajajajajjjaja

  5. martes, 29 enero 2008 12:19 pm

    Marta: Que te traten de usted en determinadas situaciones es, no sólo aconsejable, sino necesario. A mi nunca se me habría ocurrido tratar de tú a un profesor y hoy está a la orden del día. Cuando trabajaba en el Banco también trataba de usted a los clientes, al menos hasta que, por la continuidad en el trato te pedían que los tutearas, pero siempre a petición de los mismos. Como dicen por ahí, «el respeto es muy bonito», pero de ahí a que una señora de 60 años me trate de usted en el «super» va un mundo.

    Cortador, totalmente de acuerdo contigo: la diversidad nos hace más ricos a todos.

    D’hubert, hace tiempo que no ando sobre las aguas (porque no ha se ha helado nada), los panes los multiplico los sábados por la tarde, para evitar bajar al súper con el frío que hace. En cuanto a expulsar demonios, aún no he conseguido librarme de ti. 😛 Sobre que te chirríe que te llamen «mi niño», es que tú siempre has sido un poco «extraño» para según qué cosas. 😉

    Avatareño, Creo que ya me lo han dicho, sin necesidad de llegar a la treintena. Afortunadamente, a ellos también les pasará con el tiempo. Por cierto, ¿cómo será un chandalero con treinta o cuarenta años? Prefiero no imaginarlo. 😉

  6. Millaquito permalink
    martes, 29 enero 2008 4:07 pm

    A mi un alumno me trata de usted y me da una embolia de la impresión.Ni tanto ni tan calvo. Con que me hablen con cierta educación me vale.

  7. martes, 29 enero 2008 4:21 pm

    Millaquito, no digo que tengan que hablarte de usted, simplemente digo que cuando yo estudiaba -y creo que cuando tú, también- por mucha confianza que tuvieras con un profesor, lo tratabas siempre de usted.

    Y lo peor es que dura. En Navidad me encontré con mi antiguo profesor de literatura y la única forma que me salía para dirigirme a él era de usted.

  8. Millaquito permalink
    martes, 29 enero 2008 9:02 pm

    por cierto, qué bien un post que vuelve a la normalidad, sin polémicas absurdas.

  9. Netito permalink
    martes, 29 enero 2008 11:09 pm

    Uf, sip, uno se dá cuenta de que se ha hecho viejo la primera vez que un niño te dice «señor, ¿me tira la pelota?» … 😦

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