El País de las Palabras (Microrrelato)
Durante su larga histora, el País de las Palabras había gozado de muy pocos períodos en que un gobierno garantizara el orden.
En el País de las Palabras muy pocos querían ser Presidente y nadie se presentaba voluntariamente al cargo. Nunca nadie había salido indemne de la ceremonia y sólo unos pocos, los más fuertes, habían sobrevivido a ella. Por eso, en el País de las Palabras casi nunca existía un Gobierno.
Todo habría sido diferente si en el País de las Palabras hubiesen tenido diccionarios. Habrían descubierto que lo que quiso escribir el escribano que, cientos de años antes, había transcrito la Ley no era embestidura, sino investidura.