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«Yo soy Gregorio Cobos»

jueves, 25 septiembre 2008

A comienzos de los 90, Televisión Española plantaba cara a las recién nacidas cadenas privadas con un programa que, disfrazado de servicio público, cosechaba grandes cifras de audiencia mientras se dedicaba a buscar a cientos de desaparecidos por toda la geografía española. En efecto, se trataba de ‘Quién sabe dónde’.

Hay que reconocer que pese al morbo que generaban muchas de las historias, el equipo que cada lunes capitaneaba Paco Lobatón -aunque el primer presentador del espacio fue Ernesto Sáenz de Buruaga-, realizó una importante labor social, al conseguir reunir con sus familias a muchos niños, ya ancianos, que durante la Guerra Civil se vieron separados de sus seres queridos. Incluso llegaron a usar el análisis de ADN para resolver alguno de estos casos.

Gracias a la ayuda de los espectadores localizaron también a jóvenes que se habían fugado de casa o a enfermos que se habían perdido. Claro que todas las búsquedas no se tradujeron en éxitos y, así, casos como el del niño pintor de Málaga no pudieron ser resueltos y otros, como el de las niñas de Alcásser, que dio grandes éxitos de audiencia al programa, tuvieron un final opuesto al esperado.

Entre 1992 y 1998 el equipo de Quién sabe dónde consiguió, a instancias de sus familias, localizar a cientos de personas desaparecidas, a pesar de que muchas de ellas se habían marchado voluntariamente de casa y con ánimo de que no les encontraran.

Y ése, precisamente, era el caso de Gregorio Cobos Burguillo.

Según comentó Paco Lobatón en una entrevista hace algún tiempo -lo siento, pero no he sido capaz de encontrarla-, tras convencerse de que efectivamente hablaba con Gregorio Cobos, éste explicó -no sé si en antena o fuera de ella- que, tras marcharse de casa había decidido cambiar radicalmente de vida y de sexo. O, más bien, abandonó una vida de hombre que no le satisfacía para intentar vivir plenamente como mujer. Lo que no contó Lobatón fue la reacción de su familia, ésa que había iniciado la búsqueda, al enterarse de que Gregorio ya no era Gregorio.

En cualquier caso, esto explica por qué no le pareció que su voz se «correspondiera con la de una persona llamada Gregorio Cobos» y pensara se trataba de alguien que tenía algún tipo de información sobre su paradero.

Por eso, estaba cantado que esta surrealista conversación, en la que es imposible aguantar la risa durante alguno de sus pasajes, años más tarde se convertiría en otro de los iconos del programa de Alfonso Arús Ya te digo, junto a las historias de la nuera de Antoñita Camacho, la droga en el Cola Cao, o el Fibergran de Carlos Pumares.

Y, por si hay alguna duda con el titular, aclararé que yo sí que no soy Gregorio Cobos Burguillo.

[El corte de Ya te digo lo encontré en TVlia.com, aunque también pueden ver el vídeo original]

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2 comentarios leave one →
  1. eowyn permalink
    viernes, 26 septiembre 2008 8:25 am

    Yo era una «adicta» al programa pero no creo que despertara morbo. No sé, es de esos programas que uno los tiene en el recuerdo como «hechos con el corazón». Siempre se trató cada caso con respeto (al menos, como digo, ese es mi recuerdo).Lo cierto es que, tengo que reconocer, que cada vez que algien aparecía, me hinchaba a llorar.. no, si en el fondo (fondísimo) tengo mi lado sensible! ja,ja 😉

  2. elizabeth galindo cobos permalink
    martes, 9 noviembre 2010 6:59 pm

    Pues bien, quisiera pensar que Paco Lobatón, en su última entrevista televisiva, estuviese equivocado con su comentario, fue una confusión porque Gregorio Cobos Burguillos tiene ese tono de voz, decir que aun así, no sabemos si se ha sometido a un cambio de sexo o no, cosa que no nos molesta en absoluto, pero si nos moslesta que dijese que eramos una familia de un pueblo remoto de Andalucía, cuando Ubrique es conocido en el mundo entero, por su industria y por una gran figura dl toreo como es Jesulín de Ubrique, y aún más cuando el y su familia procede de ese pueblo remoto de Andalucía. Dicho esto, espero que algún día se retracte,dando señal de humildid, que en este pueblo nos sobra y que el evidentemente no ha heredado.

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