Envidia rural
«¡A la mierda!», le escucharon exclamar instantes antes de que arrojara la azada, harto ya de que todos sus esfuerzos por lograr una cosecha en condiciones fueran baldíos.
Desde entonces, nadie lo ha vuelto a ver por el pueblo, aunque hay quien asegura que es el propietario de un próspero hotelito en la zona más turística de la isla.
Otros, en cambio, opinan que no debe haber pasado de ser un simple camarero en una terraza de mala muerte, mientras, envidiosos por no haber reunido el valor suficiente para imitarlo, lo desean con todas sus fuerzas.