La tortura de cada verano
Durante las últimas semanas mi barrio, Santidad, ha estado en fiestas. Hace dos años, cuando pasaba mi primer verano fuera de Gran Canaria, hablaba de ellas con la cierta nota de nostalgia que te da el no tener que soportar sus pequeños inconvenientes en primera persona, ya que, como bien se encargó de recordarme Millaquito en un comentario, hay un aspecto de esta celebración, año tras año, se convierte en una auténtica tortura.
No sé si será normal en otros puntos de la geografía española, pero, cuando llega el mes de julio, en Santidad es tradición –desde donde alcanza mi memoria– colocar varios altavoces alrededor de la Plaza del Carmen, en las azoteas de la iglesia y de la casa parroquial, desde los que se avisa de las variaciones en el programa de actos y se deleita al pueblo con varias horas de música al día.
El problema –obviando a aquel párroco que se dedicaba a emitir las misas por la megafonía– surge cuando, por culpa de la orientación de uno de los altavoces y el alto volumen al que suelen ponerlos, no tienes más remedio que disfrutar, sí o sí, de la selección musical que irrumpe en la tranquilidad de tu casa.
Es posible que en el vídeo no se aprecie, pero el altavoz está a unos 300 metros de la azotea de mi casa, desde donde estaba grabando, y el micrófono de la cámara no tenía el zoom activado, es decir, tomaba el sonido con la intensidad con la que llegaba a la azotea. Tampoco hacía demasiado viento que ayudara a propagar el sonido.
Para ser justos, hay que decir también que a mitad de la grabación, justo después de que hagan sonar la sirena –¿a qué jugaban?– bajan un poco el volumen. Por eso en el siguiente vídeo, tomado desde dentro de la casa, la música es algo más soportable, a pesar de que, a esas alturas, ya tenía ganas de matar a Marc Anthony.
Ahora bien, imaginen esto seis o siete horas cada día durante dos o tres semanas, que es lo que venía siendo habitual en años anteriores. Este año, no sé si por la crisis –o las quejas, quién sabe–, sólo han sido un par de horas cada tarde durante dos semanas, además de toda la mañana del domingo, coincidiendo con la celebración de la feria de artesanía y empresarial, que, hay que reconocer –no todo iba a ser negativo–, estuvo muy bien y cosechó un gran éxito de público y expositores.
En cualquier caso, esta tortura estival se hace más soportable cuando lo que irrumpe en tu habitación mientras intentas escribir una entrada en tu blog son, por ejemplo, grandes éxitos de los ochenta y no una selección de lo más rancio de las orquestas canarias, los mismos grupos folklóricos de toda la vida o los primeros –y en muchos casos únicos– éxitos de los primeros participantes de Operación Triunfo, que en esa época también ración de eso tuvimos.
Aunque mejor no doy ideas, no puedo dejar de preguntarme qué opinará la SGAE de todo esto.
Hola! Algunas veces leo tu blog, pero nunca había comentado, pero ante esta entrada no puedo evitarlo. Vivo en la isla de enfrente jejeeje y por aquí en los barrios también existe esa costumbre, al menos en el mío. En pleno mes de Junio, tengo que soportar los inicios de los triunfitos, los éxitos de veranos pasados, y lo que es aún peor, en endiosado por estos lares, Pepe Benavente. Un horror. Gracias, ahora se que no soy la única jejeje
@Soporífero, aunque dicen que mal de muchos es consuelo de tontos, a veces está bien saber que no eres el único que sufre este tipo de «éxitos» en silencio. Y, no te creas, que de vez en cuando también por aquí se les escapa Pepe Benavente. 😉
Un saludo.
No sé que será peor si el altavoz a todo volumen o la selección musical…
Por ahí andan @D’Hubert, por ahí andan. 😉
Cualquier día «denuncia ciudadana» en Gente o algo así…jejeje. Mientras no salga todo el barrio en contra tuya, no va mal.Saludos