A la sombra de Grecia
Tengo miedo. Lo reconozco abiertamente: la situación que atraviesa este país me da mucho miedo. Sobre todo la de su economía, porque por muy mal que estén las cosas, éstas parecen abocadas a ir cada vez peor. Después de otra jornada negra para la bolsa española, no basta con que todo el mundo –economistas, analistas financieros, periodistas, sindicatos o políticos– se limite a decir que España no es Grecia y se pretenda que miremos para otro lado.
Hace tiempo que la cosa no pinta bien en un país en el que, con una tasa de paro desbocada, superior al 20% y amenazando con llegar en cualquier momento a los cinco millones de desempleados, los sindicatos están desaparecidos y la patronal es más nombrada por los problemas de las empresas de su presidente, que por intentar hacer algo para reactivar la economía. Por ello, ya va siendo necesario que, de una vez por todas, los políticos aparquen sus intereses electoralistas y se dediquen a lo que es su obligación: trabajar por el interés general.
Sin embargo, por mucho que presidente de Gobierno y líder de la oposición se reúnan en Moncloa, mucho me temo que muy poco cambiará el panorama y, mientras uno sigue anclado en su inmovilismo sin tomar las necesarias –pero impopulares y, por tanto, poco beneficiosas de cara a una posible reelección– decisiones, esperando a que escampe el temporal económico, el otro continuará con su estrategia de desgaste, a la espera de que la próxima cita electoral –¡dentro de casi dos años!– le sitúe a él en el poder, no por sus méritos, sino por los deméritos del rival. Poco importa –a ambos– que para entonces lo que tengan que gobernar pueda ser un desierto.
Porque para que España no llegue a ser Grecia es necesario que los políticos asuman su responsabilidad de una vez por todas, aparquen sus partidismos y trabajen juntos por el interés del país y sus ciudadanos, adoptando medidas eficaces que ayuden a la economía a alejarse del abismo al que ya se han asomado los griegos y al que últimamente parecen empeñados a empujarnos los especuladores del mercado.
Lo malo es que, a día de hoy, este ejercicio de responsabilidad se antoja imposible en una España que no es Grecia pero que, salvo que se actúe a tiempo –y ese tiempo parece acabarse–, va camino de convertirse en ella. Quizá, haya llegado la hora de lanzarse a la calle y exigir esa acción coordinada, pero, a diferencia de lo que ocurre en Grecia, donde se convoca una huelga general una semana sí y la otra también, aquí, aunque nos hundamos, esa protesta ni está, ni se la espera. Ventajas, supongo, de tener a los sindicatos abducidos.
En eso sí que España no es Grecia.
José Vélez, Vino griego, 1976.
Pd: Escogí esta canción para ambientar esta entrada por razones obvias.
Digno de una tercera de ABC…
Ya será menos, D’hubert, que para La Tercera hay que escribir más caracteres. 😉