El Cervantes, reorientación sexual y Sabrina y Samantha Fox
Echo un ojo a las otras noticias, las que no hablan necesariamente de política y economía, pero que también destacan la mayoría de diarios digitales españoles –vale, ya sé que diario y digital son, en sí, un contrasentido– y me entra un ataque de paranoia del que no puedo desprenderme a la hora de comenzar a escribir esta entrada, ni creo que acabe hasta que no la concluya.
Con sólo abrir un par de páginas, me sorprende la caída de la web del Instituto Cervantes conmemorativa del Día del Español en la que los hispanohablantes pueden escoger su palabra favorita y que inicialmente se calificó de sabotaje –teoría avalada por la presencia del sustantivo «república» entre los primeros clasificados, junto a otros como «limón», «infinito» o «gamusino»–, aunque, al final, pareció quedar en un simple colapso causado por la avalancha de votos de última hora. Que, al parecer, se decantaban por «república».
Sin embargo, entre clínicas catalanas que aseguran curar la homosexualidad y la prohibición del uso del burka y el niqab en los edificios municipales de Barcelona –¿será coincidencia que ambas noticias vengan de la misma comunidad?–, es otra presunta información la que atrae al instante mi atención. Y, miren por dónde, no deja de estar relacionada con las dos anteriores.
Porque, casi como en un anuncio de la inminente llegada del cutre-apocalipsis, la reunión, casi un cuarto de siglo después, de dos mitos eróticos de los años 80 es la que atrae todas las miradas. Sí, Samantha Fox y Sabrina Salerno, rivales por convertirse en el icono sexual de los jóvenes –y no tan jóvenes– españolitos –y no españolitos– de la década más loca del final del siglo XX, regresan a la actualidad musical, juntas y versionando otro icono musical de aquella época. No me negarán que con noticias como ésta, las otras dos se convierten en meras anécdotas, a la par que inviables.
Porque, ante dos señoras –hechas y rehechas– como la Fox y la Salerno, ya me dirán qué hombre se empeñaría en continuar siendo gay –admito que tendríamos un pequeño problema con la orientación sexual de las lesbianas– y qué mujer no se vería impelida a seguir la moda minúscula impuesta por los escotes y minifaldas que, aún hoy, lucen las cantantes, desterrando burkas, niqabs, chadores y demás velos de su fondo de armario.
Es más, no sé si será coincidencia que estas noticias –la del Cervantes y la de las cantantes– se hayan publicado justo el mismo día o si existe una relación entre ambas. Porque yo apostaba por «cachivache», otra de las palabras destacadas en las votaciones y de cachivaches, no sé, pero de otras cosas no es que anden precisamente escasas las intérpretes. De talento. Me refiero al talento, no me empiecen a pensar mal.
Pero qué mal me sientan algunos lunes.
Samantha Fox vs. Sabrina, Call Me, 2010.
[La imagen de Sabrina la capturé de su famosa actuación en un especial de Fin de Año de TVE]