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Diez años de la primera promoción del siglo XXI

miércoles, 20 julio 2011
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Ayer se cumplieron diez años del día en que alrededor de 150 integrantes de mi promoción de Derecho en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria –la primera del siglo XXI, nos jactábamos– recibimos nuestras orlas, tras cinco duros años de carrera. Aunque a la ceremonia asistimos alrededor de 150 alumnos, en la orla –en la que, entre otros, figuran como profesores Jerónimo Saavedra (jubilado por aquel entonces en el Senado, tras haber pasado por dos ministerios, aunque luego volviera como alcalde de la capital) y Juan Fernando López Aguilar (que años más tarde se convertiría en Ministro de Justicia)– aparecemos 168 estudiantes del turno de mañana. No estamos todos los que éramos.

Desde ese día, no he vuelto a ver a muchos de ellos. A algunos me los he ido encontrando por aquí y por allá y con otros pocos –llamémoslo el círculo más íntimo– siempre he mantenido un contacto bastante frecuente, incluso durante mis etapas madrileñas.

Invitación a la entrega de orlas

Ceremonia de entrega de orlas. Licenciatura en Derecho. Promoción 1996-2001.

Gracias a estos dos últimos grupos, sé cómo ha ido transcurriendo la vida de algunos de esos antiguos compañeros a los que nunca he vuelto a ver. De esa forma me he enterado de que muchos están ya casados e, incluso, tienen hijos, mientras que unos cuantos seguimos solteros y alguno que otro acabó por salir del armario (cosa nada sorprendente, por otro lado).

En lo que respecta al entorno laboral, como es lógico, algunos se han dedicado al libre ejercicio de la profesión (esta expresión siempre me pareció, no sé, entre pedante y prostituta), mientras que otros optaron por ejercer de procuradores u opositaron a judicatura, fiscalía o notaría. Pero otros tomaron unos derroteros muy diferentes.

Muchos, yo entre ellos, dirigieron sus pasos hacia distintas entidades del sector financiero. De hecho, durante mis años en el Banco coincidí con más de uno de mis antiguos compañeros. Otros optaron a diferentes puestos dentro de la administración de Justicia, o en otras instituciones; hace poco me enteré de que la secretaria del Ayuntamiento de Arucas fue compañera mía. Y, por supuesto, un buen puñado encaminó sus pasos hacia la política activa.

Sin embargo, algunos acabaron trabajando en cosas que muy poco tienen que ver con la formación recibida. Así, me cuentan que uno, al menos hasta hace un par de años, era comercial en un concesionario de coches, otro trabajaba como azafato en un palacio de congresos y unos cuantos eran –y son– vendedores en diferentes centros comerciales.

Las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad fueron otra salida laboral muy socorrida, tal y como me comentaba un antiguo compañero, ahora miembro de la Policía Nacional, al que me encontré el pasado mes de febrero, mientras custodiaba a un preso en un vuelo de Iberia entre Gran Canaria y Madrid. Y otros se dedicaron a seguir estudiando, como una compañera (aunque no se fotografió para la orla, doy fe de que es de mi promoción) que, tras Derecho, estudió Periodismo y hoy trabaja entrevistando a los protagonistas de la Fórmula1 a pie de paddock para la cadena que tiene los derechos televisivos de este deporte en España.

Tras repasar la situación en la que nos encontramos diez años después de abandonar la Universidad, encuentro un motivo más por el que alegrarme de no vivir en Estados Unidos. Allí, que se cumpliera una década desde nuestra graduación, casi con total seguridad, habría sido motivo de una celebración, con una gran fiesta de exalumnos que aquí, por suerte –y salvo que no llegara a mis oídos–, no se ha celebrado.

Aunque, pensándolo bien –y dado que, aunque no atravieso el mejor de mis momentos profesionales, estoy tremendamente orgulloso de prácticamente todas las decisiones que he tomado en la última década–, mi lado más morboso me dice que quizá sí es una pena que no hayamos celebrado los primeros diez años de la primera promoción de Derecho de la ULPGC del siglo XXI. Nos ha hurtado la posibilidad de ver cómo el paso del tiempo ha maltratado a muchos de esos compañeros a los que, una década atrás, perdí la pista.

Habría estado bien, porque, diez años después, yo sigo con la misma cantidad y color de pelo, entre 15 y 20 kilos menos y soltero empedernido. Por lo que sé, apuesto a que muy pocos me ganarían.

2 comentarios leave one →
  1. teniente d'hubert permalink
    jueves, 21 julio 2011 8:35 am

    Eso de saberme parte de tu » círculo más íntimo » no sé si es bueno o malo!!! XD
    Pero, mira, todo depende del punto de vista pq yo con un poco menos de pelo y más canas, 15 o 20 kilos más y casado confeso también creo haber ganado

  2. viernes, 22 julio 2011 12:03 am

    @D’Hubert, si a estas alturas no sabes si estar en mi círculo es bueno o malo, mal vamos. 😉
    En cuanto a lo otro, no pienso discutirlo contigo, porque aún te falta el niño 😛

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