Idas de olla
Acabo de descubrir a través de Microsiervos un interesante análisis de Urgencias, una serie de televisión que marcó una época y sentó las bases que seguirían la mayor parte de los dramas médicos que vinieron después de ella. El artículo desgrana algunos de los elementos que le permitieron estar en antena durante 15 temporadas y, aunque muy de refilón, destaca el papel de los guiones, con sus normales altibajos, en el éxito de la serie, algo en lo que coinciden muchos de los comentarios al mismo.
Y es que, más allá de los grandes actores que pasaron por ella, ya fuera integrando el reparto habitual o como estrellas invitadas, si algo caracteriza esta serie son sus inesperados y casi siempre inverosímiles giros de guión. El servicio de Urgencias del County General de Chicago vivió todo tipo de situaciones que, si ya es increíble que se dé una sola de ellas, la sucesión de todas no puede ser sino el fruto de las mentes calenturientas de su equipo de guionistas.
Porque en 458 episodios los médicos del County tuvieron tiempo y ocasión de sufrir desde la explosión de una ambulancia, a, no uno, sino dos accidentes con helicópteros, pasando por un cierre del hospital por una amenaza biológica, secuestros y tiroteos varios, una explosión con misil incluido en el servicio de urgencias o una persecución televisada a un tanque que pretendía destruir el hospital.
Sus protagonistas, además, no se libraron tampoco de las «idas de olla» de los guionistas. Desde amputaciones varias, tumores cerebrales, apuñalamientos, atentados en Irak, accidentes de tráfico con tiroteos incluidos o explosiones de ambulancias, nadie parecía estar a salvo de unos guiones que por momentos parecían perder el norte. De hecho, un elevado número de los personajes principales que a lo largo de esas quince temporadas abandonaron la serie lo hicieron por fallecimiento.

El doctor Mark Greene en acción. Fuente.
Pero probablemente esos giros de guión extremos son también gran parte del éxito de una serie que supo renovarse en muchísimas ocasiones para seguir marcando la pauta. Para ser el drama médico por excelencia de la última década del siglo XX y la primera del XXI.
Recuerdo que desde que se anunció el final de Urgencias, cada vez que veíamos un giro de guión efectista, extremo y, casi con toda seguridad, absurdo en cualquier otra serie que pretendía ser seria, mi hermano y yo decíamos que, probablemente, debían de haber contratado a alguno de sus guionistas, ahora que se habían quedado en paro.
Seguramente no sería así. Lo más probable es que este sea un recurso que se haya manejado con mucha más frecuencia de la que he sido consciente, pero tras quince temporadas caracterizándola, es imposible dejar de asociarlo a esta serie. Y, por supuesto, es imposible no pensar que esto «es típico de Urgencias», cuando de repente, te encuentras una gran ida de olla de guión en una serie tan pretendidamente serie y cuidada como Mad Men. En el último lugar en el que esperarías encontrártela.
Y, sin embargo, ahí está. En el sexto episodio de la tercera temporada. Sin ir más lejos.