Atragantado por una uva (Un cadáver delicioso)
El pasado lunes me reuní con un grupo de escritores con los que, además de compartir un taller literario, escribí una novela colectiva —sí, esa novela— y, con demasiada frecuencia, nos leemos fragmentos de las que esperamos sean nuestras respectivas óperas primas novelísticas en solitario.
El encuentro tuvo lugar en una pizzería y, allí, entre copas de cava y prosecco, conchas marinas, figuritas de Navidad de chocolate y aperitivos de pandeyukita, alguien tuvo la feliz idea de perpetrar un cadáver exquisito con el que celebrar las fechas que se avecinaban.
No es porque yo sea el autor de una de las frases, pero la verdad es que el experimento nos quedó tan resultón, que, con la aquiescencia de Astrid, Adela, Rosa, Mónica, Patricia, Marcial, Carlos y Jorge y el consentimiento tácito de Sara, decidí compartirlo por aquí, a modo de regalo literario posnavideño.
Así que, si más dilación y en palabras de Astrid, les dejo con «nuestro cadáver provisional, tan exquisito como delicioso». Espero que disfruten tanto leyéndolo, como nosotros escribiéndolo.
Atragantado por una uva,
entre verde y morada,
entre verde y morada la parra de
uvas bajo la que te sueño
sin ronquidos, me despeño
por el precipicio de tus caderas.Se ponía y se quitaba las gafas
pero la visión siempre era nítida
y no daba pábulo a lo que representaba:
ese delantal era el símbolo
de un pecado que debió haber cometido
y que lejos de querer olvidarlo
buscó repetir nuevamente,
pero le vinieron a la memoria otros idilios
donde su corazón murió desangrado.
[Fotografía de
/Freepik]