Subirás al desván
El día de mi muerte recibirás la extraña visita de un abogado que, solemnemente, te comunicará que tú, Cora Dante, y tu marido Samuel acabáis de recibir en herencia la mansión de Simón Marchán, un rico terrateniente a quien, como la mayor parte de los habitantes de la aldea, no conoces más que de oídas.
Aún extrañada por el misterioso legado, aceptarás mudarte rápidamente a la vivienda que te permitirá escapar de tu condena en forma de vida pobre y miserable. La condición de no poder despedir al mayordomo y tener que soportar sus excentricidades para permanecer en la casa te parecerá un pago exiguo, considerando, además, la muy avanzada edad que el sirviente aparentará.
Sin embargo, sus continuas manías, exigencias y su afán por controlar todo lo que sucede en la casa, pronto comenzará a sacarte de quicio. Y sobre todo ello, su insistencia por evitar que subas al viejo desván, de cuyas llaves no se separará más que para ducharse.
Por una de esas fatídicas decisiones del destino, un día descubrirás que tras una de sus frecuentes visitas a la buhardilla, requerido con urgencia por la cocinera, el mayordomo habrá olvidado las llaves sobre una mesa del salón. Hambrienta de curiosidad, te lanzarás escaleras arriba, ansiosa de violar la más absurda de las normas impuestas por un criado que pretenderá gobernarte en la que ya será tu propia casa.
La sala, angosta y polvorienta, estará llena de toda clase de objetos pertenecientes al anterior propietario de la vivienda. Entre libros, legajos, muebles viejos y toda clase de cachivaches inservibles, lo que parecerá ser un gran cuadro tapado por una sábana presidirá la estancia. Una placa que el lienzo no llega a cubrir indicará que se trata de un retrato de tu benefactor.
Con una de tus manos, temblorosa en ese instante, tirarás de ella para descubrir, al fin, su rostro. Una mueca helada congelará tus facciones cuando descubras que la imagen de Simón Marchán no es otra que la del criado que tú creerás que te ha estado haciendo la vida imposible desde la primera noche en que dormiste en la mansión.
El asombro te durará apenas unos instantes.
R.J.R.
Arucas, 29 de abril de 2013.