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Viernes tarde por Gran Vía

viernes, 13 abril 2007

Paseaba por Gran Vía, distraído, intentando que el ritmo de Madrid no contagiase mis pasos, ya largos y rápidos de por si, en una tarde que amenazaba con amenazar con llover, cuando decidí dedicarla a hacer algo que me encanta, pero que no suele sentar muy bien a mi economía: dejar correr las horas mientras hojeo libros en cualquier librería. Tampoco tenía otros planes mejores.

Como estaba por Callao, me metí en ese supermercado del libro, disco y dvd, que es la Fnac. Subí hasta la última planta y me dediqué a bajarlas, una a una, picando libros en una estantería de aquí y una mesa de allá. Tengo que confesar que la planta y media de música me las salté. En parte, porque estaban llenas de carteles del dichoso Pau Donés y, en parte, porque con los libros -excepto los de bolsillo- y los dvd -sobre todo en oferta- no se nota tanto que hay que pagar el 16% de IVA, pero con la música uno echa de menos el hecho de que la cultura esté exenta de IGIC. Para que luego se queje el Donés de la piratería y apoye los cánones. Ya podría pedir a los intermediarios que se llevasen menos y seguro que otro gallo le cantaba.

Para evitar que empezara a revolvérseme las tripas, me dediqué a revolver el estante de películas clásicas. No sé por qué, pero siempre que voy, lo están recolocando, por lo que el pobre estudiante-empleado-explotado nunca me deja buscar a gusto. Sin embargo, conseguí encontrar dos películas que llevaba tiempo buscando: El Crepúsculo de los Dioses y ¿Qué ocurrió entre mi padre y tu madre? Esto me alegró la tarde. Llevaba más de un año detrás de la segunda. En todos lados me decían que estaba descatalogada, incluida la Fnac. Hoy la encontré. En oferta. Afortunada y desafortunadamente, Billy Wilder siempre está en oferta.

Con este hallazgo salí, más contento que unas pascuas, de ese McDonal’s de la cultura, pensando en pasar por la abarrotada y mejor surtida Casa del Libro, sólo para mirar. Al salir, compraría un mega café de impronunciable nombre en Starbucks y me metería en el metro, por la boca de Gran Vía, para coger la siempte abarrotada línea 1.

Y de repente, un viernes por la tarde, mientras caminaba por Gran Vía, me di cuenta. A Pau Donés no lo descarga nadie. No vende porque todas sus canciones son iguales. Hagan la siguente prueba: canten Bonito con el ritmo de Depende y Depende con el de Bonito. Encajan a la perfección. Su problema es que sólo tiene una canción. Y eso le fastidia. Aún más contento, me fui a la Casa del Libro, no sólo para mirar.

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