Los blogs perjudican seriamente la salud
A pesar de que esta última semana, enero parece haber decidido tomarse unas vacaciones de Madrid, creo que estoy acatarrado de nuevo. El motivo puede ser que ayer me pasara alrededor de una hora en una esquina ventosa y a diez grados de temperatura, hablando con Héctor de lo que hay que hacer para tener un blog de éxito.
La conversación la habíamos comenzado un rato antes en una cafetería, donde se estaba mucho mejor. Héctor se quejaba de que últimamente nadie entraba en su blog. Y si lo hacían, no se decidían a comentar sus entradas. No sabía si las noticias que le llaman la atención no despiertan interés en la gente o si es su punto de vista el que carece de interés. Sin ser un experto en la materia, creo que el principal problema de su blog es la falta de una actualización regular y ofrecer una imagen «pobre».
Héctor intentaba defenderse de mis acusaciones alegando que no tenía suficiente tiempo libre como para escribir todos los días, algo con lo que coincidía Santi, que abrió una bitácora hace apenas un mes. Se escudaban, además, en que les cuesta mucho escribir, alcanzar un estilo fluido, con el que enganchar al lector. Y ponían como ejemplo de lo contrario este blog, ya que, según ellos, tiene un estilo ameno y está bien escrito, algo con lo que yo no estoy muy de acuerdo. Pero sí es cierto que suele haber una reflexión previa en casi todo lo que escribo.
Cada vez que me enfrento a la pantalla en blanco del ordenador, he tenido que documentarme mínimamente sobre el tema que voy a tratar y ya tengo preparados casi todos los hipervínculos que contendrá la entrada. Sin embargo, al escribir, siempre acabo alterando la estructura previa que había montado en mi cabeza. Es un trabajo que lleva tiempo, en ocasiones robado al sueño, pero que da satisfacciones.
Ambos decían que reciben pocas visitas y, por ello, registran pocos comentarios. Abrir un blog y conseguir que colapse el servidor en cuestión de semanas es hoy en día imposible. Cuando abrí este blog, la media de visitas diarias en el primer mes fue de algo más de ocho. Abril terminó con 228 visitas. Al finalizar junio ya superaba las mil quinientas y en noviembre superó las quince mil. El número total de visitas se multiplicó por diez en apenas cuatro meses. Hoy ronda las veintidós mil quinientas y enero ya ha superado ampliamente las tres mil visitas.
Sigo afirmando que son unos números muy modestos dentro de la blogosfera, pero que superan con creces la mejor de mis expectativas. Al principio me preocupaba tener pocas visitas y menos comentarios. Sin embargo, con el transcurso del tiempo he conseguido tener un grupo de lectores fiel y que, aunque no tanto como me gustaría, se comente cada vez más. Ayer, por primera vez en la corta historia de este blog, el número de comentarios consiguió doblar al de entradas.
Creo que la clave para conseguir que lean lo que escribes no está en escoger grandes temas, sino en adquirir un compromiso y crear un estilo propio. Cuando empecé el blog, ya lo he dicho con anterioridad, me propuse seguir una línea temática y un objetivo de actualizaciones semanales. Sin embargo, el paso de los meses hizo que esa línea variara, abriendo los temas, hacia lo que hoy es este blog. Además, me propuse intentar escribir un artículo al día, porque detecté que cuando no escribía las visitas bajaban. De ahí que diga que tengo lectores fieles.
A estas alturas de la conversación, Santi ya se había marchado y Héctor y yo llevábamos un buen rato en la calle. Él insistía en que no tenía tiempo ni temas para escribir a diario. El compromiso de actualización no tiene por qué ser diario, pero sí regular. Si alguien entra en un blog y le interesa lo que lee, vuelve a entrar, pero si ve que no ha sido actualizado, tal vez, al siguiente día lo intente de nuevo, pero no más. Ahí afuera hay mucha información como para pararse a esperar por la de uno, salvo que se le ofrezca algo más.
Si la actualización no va a ser diaria hay que dejarlo claro. Hay que decir al lector que se va a escribir dos o tres veces a la semana, al mes, o sólo cuando tengamos temas que consideremos de interés. Si queremos que lo que escribimos sea leído, hay que ser honesto con el lector y adquirir un compromiso con él.
Me pedía, entonces, consejos para conseguirlo. La blogosfera está llena de decálogos de cómo ser un buen blogger y, además, no creo ser el más adecuado para aconsejar a nadie. Pero sí le dije que cuando se va a contar algo hay que tener muy claro lo que se quiere contar. Si no se está seguro de lo que se va a decir, es mejor esperar. Muchas veces ser el primero o el más rápido no es sinónimo de ser el mejor.
También hay que cuidar los detalles, crear una barra lateral atractiva, que dé una sensación de que el blog está trabajado, pero que no agobie; dar información complementaria, crear subpáginas, responder siempre a los comentarios… Crearte un círculo de blogs más o menos afines y ser activo en la blogosfera también ayuda mucho a conseguir visitas, al igual que la inclusión en los ránquines y comunidades.
Hay muchas más cosas que se pueden hacer, pero otros, mucho más autorizados que yo, ya lo han dicho con anterioridad. Sin embargo, sí me atreví a darle el consejo que mejor me ha funcionado: no forzar el blog, sino dejar que sea él quien encuentre su línea por si mismo, y sobre todo que no renuncie jamás a su forma de escribir, porque, en mi modesta opinión, el estilo personal de cada uno es lo que le da la verdadera personalidad a un blog y lo que hace que haya quien quiera leerlo.
Eso se traduce, por ejemplo, en que cualquier anécdota de la vida diaria puede convertirse en una entrada. Sin ir más lejos, una conversación con dos amigos que empieza una fría mañana en una cafetería y se prolonga en la calle, puede acabar siendo una historia de más de mil palabras. Demasiado larga, en cualquier caso.
Veo que Héctor ha empezado a poner en práctica algunos de estos consejos y que Santi, mientras experimenta con su barra lateral, empieza a adquirir un ritmo de publicación. Espero que haber compartido con ellos mi humilde experiencia les sirva para incrementar sus respectivos números de visitantes y comentarios. También espero que entradas tan largas y pesadas como ésta no sirvan para que el mío empiece a reducirse.
Definitivamente, los blogs perjudican seriamente la salud, me reafirmo mientras un hilillo de agua se descuelga de mi congestionada y fría nariz.