Disección de dos asesinos (A sangre fría)
¿Puede un libro que cuenta una historia real, cuyo inicio y desenlace no sólo son conocidos por todos, sino que además ha sido llevada al cine, junto con la historia de la investigación que desarrolló su autor para poder escribirla, convertirse en un éxito y enganchar a todo aquel que lo lee? Si se trata de la novela A sangre fría, forzosamente, la respuesta tiene que ser sí.
A sangre fría narra el brutal asesinato de los cuatro miembros de la familia Clutter, a manos de dos desconocidos. Los hechos ocurrieron a finales de 1959 en un pequeño pueblo de Kansas, de cuya comunidad los Clutter eran destacados miembros.
A pesar de que la policía apenas disponía de pistas fiables, el 30 de diciembre de ese mismo año eran detenidos en la ciudad de Las Vegas Dick Hickcock y Perry Smith, dos delincuentes en libertad condicional, acusados del cuádruple crimen. Condenados a muerte, serían ahorcados apenas cinco años después.
Quien más o menos conozca la trayectoria de Truman Capote, ya conocerá todos esos datos antes de enfrentarse a la novela –y si no los conoce, la contracubierta del libro se encargará de proporcionárselos–, con lo que podrá preguntarse qué novedad le aportaría la lectura de A sangre fría, porque parece que ya se sabe cómo se desarrolla y concluye la historia.
En efecto, el comienzo del libro, en el que Capote describe el último día de la vida de cada uno de los cuatro integrantes de la familia Clutter, parece indicar que se trata de una reconstrucción hiperrealista, pero fría y casi carente de interés, de los hechos, algo a lo que ayuda el hecho de que utilice la figura de un narrador omnisciente.
Sin embargo, a medida que avanza la historia, esta narración aparentemente imparcial, distante y fría acaba atrapando al lector, que se descubrirá ansioso no tanto por saber qué ocurrió exactamente en la casa aquella fatídica noche –no lo sabrá hasta que no llegue la confesión–, como por descubrir por qué lo hicieron. Cómo fueron capaces de secuestrar y atar a todos los miembros de la familia, para luego matarlos, uno a uno, con total sangre fría.
Con un gran lujo de detalles, fruto de los cinco años que dedicó a la investigación de este crimen, Capote realiza una verdadera disección de las motivaciones de los dos asesinos, a través del seguimiento de las desventuras de Hickcock y Smith durante su huída, siempre en contraposición con la reacción que el crimen provoca en los habitantes de Holcomb y la investigación policial que finalmente conduce a su detención.
Gracias a las cientos de entrevistas que el autor mantuvo con muchas de las personas relacionadas con este crimen, entre los que se incluye –y de forma muy decisiva– a los propios Hickcock y Smith, la novela presenta un verdadero retrato psicológico de estos dos personajes, a los que convierte en sus auténticos protagonistas, descubriendo que, en cierto modo, la aparente asepsia con la que se presentan los hechos no lo es tanto.
El gran mérito de A sangre fría es conseguir que el lector, de forma inconsciente, se introduzca en la mente de los criminales, que conozca sus motivaciones, hasta que, de forma muy sutil, le lleva a comprender por qué han actuado así. Y, casi, a compadecerlos.
A modo de conclusión, puede decirse que el lector acaba enganchado a una obra, que fue definida por su propio autor como una «non fiction novel», de la que conoce su inicio y final, pero de la que ignora todos los detalles de su desarrollo. Y, partiendo de esta base, no es de extrañar que la novela, casi desde su publicación, se haya convertido en uno de los clásicos de la literatura contemporánea norteamericana.