Fidelizando
En estos tiempos de crisis, las empresas intentan utilizar cualquier medio a su alcance, no ya para incrementar su base de clientes, sino para mantener los que ya tenían. Por ello, no es de extrañar que lancen agresivas campañas corporativas para intentar frenar el gran crecimiento que están experimentando las marcas blancas, en las que aseguran no fabricar sus productos para esas líneas económicas, y reivindicarse como las que «siempre han estado ahí».
Aunque su origen sea anterior al de la crisis, conviene no olvidar el importante papel que juegan los programas de fidelización en este tipo de estrategias, sin que los simples consumidores nos demos cuenta de hasta qué punto pueden llegar a condicionar nuestros hábitos de compra, con tal de aprovecharnos de sus ventajas.
Yo fui consciente de ello hace muy pocos días, cuando, al intentar poner orden en mi abarrotada cartera, me encontré con una decena de tarjetas de diferentes programas de fidelización. Porque no hay dos iguales.
Los asociados al sector del ocio y viajes, como los de las líneas aéreas (Spanair Plus e Iberia Plus) o Travel Club (¿no existía otro programa similar que se llamaba Turyocio?), son ya clásicos. Lo malo es que con ellos ocurre lo mismo que con el de las gasolineras BP: que cuesta tanto acumular una cantidad importante de puntos en sus tarjetas que da pena emplearlos y sigues sumando per sécula seculórum. Hasta que, claro, están a punto de caducar y los gastas en lo primero que ves.
Otros, en cambio, te envían vales de forma periódica o te invitan a canjear tu saldo antes de una fecha determinada, en la que éste caducará. Es el caso de las tarjetas de socio de la Fnac, del Club Vips (que ahora puede usarse también en Starbucks), del Club Carrefour, de Doblecero o del programa de fidelización de Springfield.
Luego, están también los programas virtuales, como los de las empresas que te premian por rellenar encuestas o ver anuncios a través de la red. Y, por supuesto, los programas de puntos de Movistar o Vodafone para renovar el móvil y atarte un poco más a la compañía en cuestión.
Lo bueno de estos programas de fidelización es que algunos te ofrecen descuentos especiales a la hora de comprar determinados artículos o en el momento de pasar por caja, lo que puede suponer una opción interesante para el consumidor, siempre que se utilice con productos o servicios que realmente consumimos y no dejándonos llevar por la sensación de ahorro.
Al final, no me he decidido a prescindir de ninguna de estas tarjetas y las he dejado todas en la cartera, porque nunca se sabe dónde puedes acabar realizando una compra y, ya que tienes la dichosa tarjetita, no te apetece que se te quede cara de tonto cuando vayas a pagar algo y no puedas utilizarla porque te la has dejado en casa. Lo malo es que no descarto tener que sumarles alguna más, ya que, por ponerles un ejemplo, hace poco descubrí que hay comercios que te aplican un descuento si les enseñas la tarjeta de asegurado de Adeslas.
[La imagen de las tarjetas de fidelización la encontré en la web de Businesscards Express]
Cuando sólo hay marcas blancas en determinados establecimientos. Se nos está condicionando como consumidores.
Pero qué bien sienta ir al cine y no pagar la entrada gracias a uno de esos programas de fidelización!jiji
Hasta en mi empresa tenemos uno de esos programas de fidelización y te puedo asegurar que hay un perfil de clientas bastante amplio que se deja seducir por esas tarjetas… (gracias a Dios!jaja)
Por cierto, acabo de mirar la cartera y llevo…8 de ellas!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
El tema de las marcas blancas es demoledor en muchos establecimientos ya solo encuentras las dichosas marcas blancas, con lo que la compra se hace todavia más aburrida. Creo que se estan pasando, entiendo que tiene que haber de todo, pero desde luego si el porcentaje sigue subiendo acabaré comprando en la tienda de la esquina, donde no hay ninguna.
Los programas de fidelización estan bien por un lado estas comprando una marca que se supone que te gusta y por otra parte tienes una recompensa en forma de producto o servicio gratuito por las compras realizadas. Yo lo veo muy bien, y trato de usar las tarjetas que corresponden (no me gustan los productos sin marca o con marca blanca)
Cuando sólo hay marcas blancas en determinados establecimientos. Se nos está condicionando como consumidores.
@Elena es más que posible que ofertar sólo una marca blanca nos condicione, pero también es cierto que siempre seremos «libres» de decidir comprar en ese establecimiento o no.