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Músicos en el metro

jueves, 4 febrero 2010

Esta mañana, mientras iba hacia a la redacción, subió al vagón del metro un colombiano cargado con una guitarra y un amplificador de esos que también reproducen la melodía. En medio de la general indiferencia de los pasajeros, empezó a cantar, con más intención que talento, el Amigo de Roberto Carlos. Mientras escuchaba, no pude evitar volver a sentir cierta admiración por quienes intentan ganarse la vida tocando un instrumento en los espacios públicos, expuestos a las inclemencias del tiempo.

Es una sensación que experimento cada vez que me encuentro con uno de esos músicos callejeros –tal vez a causa de mi ineptitud musical, fruto una total ausencia de oído– y que hace que tienda a sentir respeto por quienes intentan ganarse la vida –o simplemente sobrevivir– gracias a la música y con independencia de que la ejecuten con mayor o menor fortuna.

Sin embargo, esta vez, no sé por qué, me descubrí recordando a un señor, con aspecto de proceder de algún país del este y ya entrado en años, que tocaba el clarinete, con el que me encontraba cada tarde al salir de la estación de Nuevos Ministerios, camino de la Agencia. O a aquel sexteto –si no eran más– de españoles que, desafiando al frío y a la lluvia, amenizaban con su jazz de big band el trayecto de los viandantes que se atrevían a adentrarse en la calle Preciados el pasado 4 de enero.

Incluso, vinieron a mi mente los peruanos que, ocarina en mano, nos torturaron durante más de dos de horas en la calle Real de Santa Cruz de La Palma, mientras, pacientemente, esperábamos el comienzo de no recuerdo qué acto de las Fiestas Lustrales de 2005.

Pero, sobre todo, pensé en la dignidad del anciano al que veo cada mañana preparar su violín en la estación de Puerta del Ángel (y al que todavía no he escuchado tocar), frente a la caradura de los que se dedican a incordiar, aireando sus presuntas miserias entre los pasajeros del vagón del metro o del cercanías. Y, claro, se me revolvieron las tripas.

Lástima que al volver a casa no me encontrara con el joven africano, probablemente senegalés o de Malí, que toca su teclado en uno de los pasillos del intercambiador de Avenida de América. Estoy convencido de que su optimista versión de Feel me habría alegrado la noche.

Robbie Williams, Feel, 2003.

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2 comentarios leave one →
  1. eowyn permalink
    viernes, 19 febrero 2010 11:00 am

    Uno de mis cantautores favoritos, Javier Álvarez, «salió» del metro… te lo recomiendo!

  2. viernes, 19 febrero 2010 12:58 pm

    @Eowyn, cómo no concer a su Norma Desmont en Sunset Boulevard 😉

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