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Insatisfacción crónica

lunes, 30 agosto 2010

El pasado sábado fui a ver Conocerás al hombre de tus sueños, la última película de Woody Allen –y segunda producida por Jaime Roures– y con la que, sin ser una gran obra, volví a reconciliarme, al menos en parte, con el cine del neoyorquino, tras el (esperado) chasco de Vicky Cristina Barcelona.

En Conocerás al hombre de tus sueños, Allen retoma algunos de sus temas habituales y recurrentes, dando forma a una cinta en la que, bajo la aparente fachada de una comedia –cuando no lo es–, nos muestra el drama de unos atribulados y mediocres personajes que una vez soñaron con alcanzar la excepcionalidad –y, por tanto, la felicidad–, para acabar descubriendo que, salvo extrañas y contadas excepciones, la vida nunca tiene un final feliz.

Esta película nos devuelve los temas del Allen más clásico, si bien los diálogos –casi siempre el punto más fuerte del cineasta– nos muestran pocos destellos de su genialidad humorística a la hora de tratar los asuntos más trascendentales, y nos trae a un Antonio Banderas en un papel secundario –quizá algo sobreactuado, casi histriónico– que muy poco tiene que ver con el registro del malagueño al que Hollywood nos tiene acostumbrados.

Aún así, cuesta mucho creer que esta película haya sido escrita y dirigida por la misma persona que pergeñó el ¿guión? de Vicky Cristina Barcelona. Porque, sin ser una de las mejores obras de Woody Allen y, a pesar de tener un final que hace que tardes unas cuantas horas –o días– en digerirla del todo, Conocerás al hombre de tus sueños, no es una mala película. Casi con toda seguridad, es incluso buena. Otra cosa es que sea comercial.

Porque con Vicky Cristina Barcelona quisieron vendernos una gran historia donde no había más que un enorme publirreportaje de una ciudad vestido bajo la increíble –por poco creíble– y endeble historia de dos amigas estadounidenses, Vicky (Rebecca Hall) y Cristina (Scarlett Johansson), que deciden pasar el verano en Barcelona para que una de ellas pueda complementar la formación que ha recibido en su máster en estudios catalanes y, de paso, vivir un tórrido triángulo amoroso.

En medio de la historia, y puesto que están en España, aprovechan para darse un salto a Oviedo, ya que Allen quedó muy agradecido tras haber recibido el Príncipe de Asturias de las Artes en 2002.

De hecho, la película podría haberse titulado Rosa Catherine Marsella y no habría pasado nada, más allá de tener que cambiar las acotaciones del narrador que, por absurdas y fuera de lugar, parecen estar dirigidas a espectadores idiotas. Porque ya me contarán cómo suena que diga algo así como «visitaron el parque Güell de Gaudí, un arquitecto modernista local. Y les gustó mucho». Vale que un estadounidense no tenga ni la más remota idea de quien fue Antonio Gaudí, pero, por las caras de las actrices, sabrá interpretar que su obra les encantó. Por ser estadounidenses pueden ser ignorantes, pero no tienen por qué ser idiotas.

Lejos de mejorar el resultado, esas intervenciones del narrador, intentado justificar casi todas y cada una de las acciones y actividades de las protagonistas, acaban despertando las risas del asombrado espectador, a causa de lo patéticas que resultan.

Sin embargo, y a pesar de ser un publirreportaje de la capital de Cataluña y su cultura, hay que reconocer que Vicky Cristina Barcelona tiene elementos positivos. Como la interpretación de Penélope Cruz en la piel de la desequilibrada María Elena. No sólo es la mejor de la película sino, quizá, la mejor de la actriz en toda su carrera. Sus discusiones con Juan Antonio (Javier Bardem) son, sin duda, los mejores momentos de la cinta, pese a que en ocasiones y por culpa de la traducción del guión al español pierdan gran parte de su intensidad, llegando a provocar la risa del espectador, aunque no sea esa su intención.

Y es que nos encontramos ante una de esas cintas que pierden –y mucho– con el doblaje. Aquí, sin ir más lejos, desaparecen los deliciosos matices de las discusiones que sostienen Juan Antonio y María Elena en una mezcla de español e inglés, ante una atónita Cristina, y que, seguramente sin que esa sea su finalidad, arrancan más de una carcajada al espectador español e hispanoparlante.

Lo priva, en suma, de momentos tan surrealistas e hilarantes como aquél en el que María Elena le espeta a Cristina que su problema es que sufre de «insatisfacción crónica». Exactamente lo mismo que nos provocan algunas de las obras de Allen a sus muchos seguidores.

Y Vicky Cristina Barcelona –con su absurda y machacona banda sonora y el más absurdo (aún) y prescindible narrador– es, quizá, el mejor ejemplo de ello.

Tráiler de Vicky Cristina Barcelona, 2008.

2 comentarios leave one →
  1. eowyn permalink
    lunes, 30 agosto 2010 9:30 am

    No sólo le gustó Oviedo sino que ha vuelto a pasearse por sus calles, la premiere de su última película la presentó en Avilés y participó en la última campaña promocional de Principado de Asturias.
    Una que barre para casa! jaja

  2. lunes, 30 agosto 2010 12:43 pm

    Eso, @Eowyn, tú barre, barre… 😛

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