De falacias, piratas, demagogos y violadores

Coincidiendo con el «apagón» de webs en protesta por las leyes SOPA y PIPA, el pasado miércoles en la tertulia del programa de Julia Otero en Onda Cero, debatían Anton Reixa, Antonio Naranjo y Elisa Beni sobre el el objetivo final de estas leyes, mientras trataban de responder a la pregunta de si se trata de controlar la –mal llamada– piratería o, por el contrario, de una auténtica ofensiva para controlar Internet.

Entre otras muchas incoherencias, hacia el minuto 25:35, podemos escuchar cómo en este debate de todólogos, en el que todos compartían la misma opinión, Antón Reixa tacha de falacia el argumento de que descargar no es lo mismo que robar una propiedad física, pongamos un jamón, porque el archivo en cuestión sigue estando a disposición del resto de usuarios con el siguiente, llamémoslo así, razonamiento:

«Por ejemplo un delito de violación, la persona a la que violan no queda incapacitada para seguir disfrutando sexualmente. Queda con todos sus órganos. Lo que dice Dans es que cuando pirateas una película no te la llevas tú para casa. Sigue a disposición.»

Como la persona violada puede seguir manteniendo relaciones sexuales placenteras, siguiendo el mismo razonamiento, la violación no debería ser delito. O lo que es lo mismo, se critica una presunta falacia (que realmente es el contraargumento a un argumento demagógico) con un argumento mucho más falaz y absolutamente demagógico, además de fuera de lugar. Y, por supuesto, con situaciones nada comparables.

Pues lo siento, señor Reixa, pero no hablamos de lo mismo. Como podría decirle cualquier persona mínimamente familiarizada con el mundo del Derecho (y la señora Beni, que fue directora de comunicación del Tribunal Superior de Justicia de Madrid, además de ser la mujer del juez Gómez Bermúdez, debería saberlo), está usted mezclando dos bienes jurídicos completamente diferentes.

Así, en el caso del jamón y del archivo de música (o cine o del libro electrónico), lo que está en cuestión es la propiedad, física en un caso e intelectual en el otro, por lo que estaríamos ante un delito contra el patrimonio. Y, por mucho que le pese a la industria, los tribunales han dicho por activa y por pasiva que compartir archivos sin ánimo de lucro no es delito, así que de piratería, nada de nada. Una violación, en cambio, según el Código Penal, es un delito contra la libertad sexual, en el que bien jurídico lesionado es de una naturaleza totalmente distinta y que afecta a algo tan básico como la integridad física y moral de la persona agredida. Y a su dignidad, por supuesto.

En una guerra en la que todo parece valer para criminalizar a los internautas (que, parece, no debemos de ser ciudadanos), inconscientemente, espero, está usted mezclando churras con merinas. Inconscientemente, digo, porque si ha recurrido conscientemente a un argumento tan rastrero es usted, señor Reixa, el mayor demagogo con el que me he cruzado en mucho tiempo.

Lo más sangrante de todo –ventajas de las tertulias de pensamiento único supongo– es que ante esta barbaridad, ni la presentadora ni ninguno de los otros dos contertulios dijo nada. Simplemente le rieron la gracia y siguieron su charla de ignorantes e intoxicadores tratando de convencer a la audiencia de que lo mejor es legislar bien ese monstruo que es Internet, no sea que a alguien se le ocurra pensar más de la cuenta y acabemos cambiando unos modelos de negocio que hacen años que están heridos de muerte.

O, eso supongo, en vista de las tonterías que habían dicho durante los 25 minutos anteriores, porque al oír tamaña estupidez tuve que apagar la radio. Se me revolvieron las tripas, iba conduciendo y no era plan de vomitar allí mismo, a 100 kilómetros por hora y en plena autopista.