Confesiones e inconfesables
Tengo que confesar que es muy poco probable que bastantes de las canciones que suelo escuchar cuando corro se encuentren también en las la selección que podría escuchar el corredor medio mientras practica deporte. Cuando empecé a conformar mi particular lista de reproducción, busqué canciones que, más allá de poder considerarse animadas, me incitaran a moverme. A seguir corriendo.
Por ello, a lo largo de estos meses algunas canciones que no llegaron a cumplir este cometido –que literalmente me daban pereza– se han caído de la lista, mientras que otras han ido entrando. Da igual la época o –casi– el estilo, por raro que pueda parecer, para que se encuentren en esa lista que en un alarde de falta de originalidad titulé I need a hero.
Confieso también que entre todas ellas hay dos canciones que, por diferentes motivos, busco cada vez que estoy cerca de llegar a ese momento en el que el cerebro está a punto de decir a las piernas que dejen de correr, pero el corazón me dice que puedo, que tengo que seguir avanzando. Que me dan ese extra de energía que anda por ahí escondido y me permite recorrer esos metros de más. Superarme.
Una de ellas, la que pueden escuchar al final de este texto y que ya ha aparecido en alguna ocasión en este blog, es probablemente de las últimas canciones que podría esperar encontrarme en una selección de temas que inciten a correr. Y, sin embargo, su letra es exactamente lo que pienso en el momento en que mis piernas están a punto de abandonar. Infunde la dosis necesaria de voluntarismo para continuar y, si no fuera necesario mantener una respiración adecuada, probablemente hasta para cantarla. Como el himno que me obliga a no rendirme jamás.
La otra –bastante más antigua que la anterior– es una canción que siempre me ha gustado, pero desde hace unos meses, por motivos muy personales, ha adquirido además un significado muy especial. Así que me van a permitir que, al menos de momento, me la guarde sólo para mí. Para esos momentos de la carrera, de la vida, en los que uno necesita ese puntito extra de ánimo y energía que le permita superar cualquier obstáculo. Y seguir corriendo.
El Dúo Dinámico, Resistiré, 1987.