Siete años sin Yéremi
Parece que fue ayer, pero hoy se cumplen ya siete años desde aquel aciago 10 de marzo de 2007, en el que el niño Yéremi Vargas desapareció cuando jugaba junto a su casa en la localidad grancanaria de Vecindario.
Sé que no es la única persona cuyo paradero se desconoce en la Isla –de hecho, en unos meses se cumplirán ocho años de la desaparición de la joven Sara Morales y hace un par de días se conmemoró el segundo aniversario de la desaparición de Antonio y Ana, un matrimonio de ancianos residentes en el barrio de Guanarteme de la capital de la isla–, pero su caso sigue siendo uno de los que más conmoción ha causado en la sociedad canaria. De hecho, a pesar de que los medios de comunicación sólo se acuerden de Yéremi una vez al año, los carteles con su foto continúan aún siendo parte del paisaje en muchos puntos de la Isla.
Sé que últimamente no me prodigo demasiado por aquí –ya se sabe, quien mucho abarca, poco aprieta–, pero, sin duda, este asunto merece el esfuerzo de sustraer unos minutos al trabajo sólo para decir que, aunque hayan pasado siete años, no nos hemos olvidado. Seguimos –y seguiremos– esperando su regreso.