Hoy puede ser un gran día
Como cada año por estas fechas, en los escasos momentos de relax que he tenido a lo largo de los últimos días ha tocado hacer un poco de balance de los últimos 365 días de mi vida. He llegado a la conclusión de que, para no diferenciarse demasiado de los anteriores, 2013 fue un año bastante extraño, en el que apenas aparecí por este blog, pero, a cambio, fui capaz de alimentar diariamente un proyecto de recuerdos que justo ayer llegó oficialmente a su fin, aunque es muy probable que pronto tenga una especie de continuación.
Los 35 no han sido mi mejor año. Tampoco el peor, eso desde luego. Hubo momentos buenos, como mi debut como conferenciante, la breve pero gratificante experiencia televisiva o el acudir cada semana al taller del Museo Domingo Rivero, del que no sólo salió una novela colectiva, sino que está sirviendo para imponerme la disciplina necesaria para escribir una novela corta destinada a desbancar a aquella que empecé hacia 2010 como mi ópera prima. Pero salvo esos pequeños detalles, no se me ocurre más que lo convierta en un año digno de pasar a los anales de mi historia personal.
Sin embargo, si algo he aprendido de las experiencias de los últimos años es lo que ya esbozaba hace 365 días: que esta vida es demasiado corta como para desperdiciarla pensando en todo lo que podría ser, en lugar de disfrutarla como —y con— lo que es. Que hay que vivir el momento y exprimirla a tope. Que hoy puede ser un gran día. Y mañana, también.
Así que mi propósito para los 36 es tan sencillo como vivir cada día como si fuera el más importante de mi vida. Duro con él.
Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina, Ocupen su localidad/Hoy puede ser un gran día, 2007.