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Cuando la vida ya no es el cuento de hadas que nunca fue

viernes, 17 junio 2016

Sara es una mujer normal, a la que la vida, quizás, ha golpeado con más dureza de la habitual. O en más ocasiones. Porque parece que cada vez que está a punto de rozar la felicidad ocurre algo que desestabiliza su mundo y la obliga a reinventarse para poder seguir adelante. Por eso, como para otras muchas personas normales, para Sara la cercanía de la Navidad no es un momento de alegría, sino de desasosiego y conmoción. Porque la primera de las malas noticias llegó con los adornos navideños y le mostró la hipocresía que se esconde detrás del mundo.

A este punto de partida se unen secretos familiares, rencores irreconciliables o la posibilidad de encontrar el amor en el hombre inoportuno para dar forma a algunos de los ingredientes sobre los que se construye Putas Navidades, ópera prima de la escritora canaria Adela L. Bruno. Una novela tan personal como difícil de encuadrar, pero que bucea de una forma tan profunda en los sentimientos y las contradicciones humanas que a muy pocos lectores dejará indiferentes.

Portada Putas NavidadesAntes de continuar, tengo que confesar que cuando escribo de libros no me gusta emplear la primera persona. Aunque esté dando mi visión personal de la obra –que, por otra parte, es lo único para lo que estoy capacitado al respecto– no me siento cómodo usando el yo. Quizás, porque cuando hablamos de nuestras lecturas desnudamos un poco nuestra alma y recurrir a un discurso más impersonal lo reviste de una –ficticia– apariencia de disfraz. De una coraza similar a la que la vida ha obligado a Sara a construirse una y otra vez.

Sin embargo, a la hora de hablar de Putas Navidades no puedo –y probablemente tampoco quiero– sustraerme al uso de esa primera persona. Porque yo vi a Sara nacer y crecer como personaje, golpearse con los reveses que le reservaba la vida y levantarse, reconstruida y mucho más fuerte, después de cada caída. Y, de forma un poco más egoísta, quiero pensar también que Sara es como es un poco gracias a mí.

Porque Putas Navidades nació de un reto que lanzó Alexis Ravelo como cierre y despedida de uno de sus talleres: escoger un argumento y desarrollarlo para construir una novela corta. El taller terminó, pero muchos de los participantes decidieron instaurar una reunión semanal en la que, a modo de ritual, compartir en torno a una mesa los avances de sus respectivos textos. Allí, asistí al nacimiento de Sara. A sus motivaciones. A los problemas que le depararía la vida. A cómo la idea original de Adela iba variando, abriendo nuevos caminos y enriqueciéndose. A sus explicaciones de por qué Sara iba a hacer esto y no aquello otro.

Pero también fomenté discusiones sobre si esta palabra era mejor que aquella, si ese diálogo sonaba artificial, si la otra expresión sobraba o si el pasaje de más allá no aportaba nada a la obra. Aunque la que mejor recuerdo es la que vino tras la lectura de un capítulo que nos dejó a todos sin palabras ni respiración, fruto de una ocurrencia de última hora cuando el manuscrito se suponía ya concluido, acerca de si merecería la pena incluirlo en la novela (y vaya que si mereció la pena). Memorables fueron también los debates sobre hasta qué punto había que jugar con la ambigüedad y desvelar si la historia contenía o no pasajes autobiográficos si, como sé que ha ocurrido, los lectores tendían a identificar a Sara con Adela.

Poco a poco, Adela fue empapándose de nuestras sugerencias, desechando o asumiendo los consejos que se le daban y, con una disciplina espartana, cada semana nos traía un fragmento de lo que, con el tiempo, acabó convirtiéndose en la primera novela que surgía de aquel grupo de frikis aspirantes a escritores que cada semana se reunían en la terraza del Gabinete Literario o en la Plaza de las ranas.

Así, a finales de 2013 tuve el honor de leer el primer manuscrito de Putas Navidades. Hace unos meses, volvió a caer en mis manos, convertida ya en libro editado. Como me ocurrió la primera vez, lo leí casi del tirón. Con la emoción de volver a acompañar a un personaje que era ya casi como de la familia por ese duro tránsito que le va a demostrar una y otra vez que la vida nunca es ese cuento de hadas que todos soñamos alguna vez. Pero, también, con la satisfacción de comprobar cómo, a pesar de las adversidades, es capaz de reinventarse y salir adelante una y otra vez, por mucho que la hipocresía de este mundo le revuelva las tripas cada vez que se aproximan las Navidades.

Y en este último aspecto sí me gusta pensar que ojalá Sara tenga mucho de Adela, porque ambas, personaje y creadora, se lo merecen.

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  1. Violeta permalink
    viernes, 9 diciembre 2016 10:41 am

    Soy de las que las Navidades me enferman, las ódio, me hunden mas en ka mierda que vivo. Parada de larga duración de 48 años, solter, viviendo con mis padres y mi señor padre un borracho maktratados que cada vez es peor persona…Las odio y me dan ganas de acabar de una puta vez con todo en especial en esta mierda de fechas.

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