Hace tiempo que vive en un cuento

Mira que la situación de incertidumbre política que vivimos durante gran parte de 2016 lo puso muy difícil, pero creo que no me equivoco si digo que este 26 de octubre de 2017 que ya agoniza hemos asistido a uno de los mayores esperpentos políticos vividos en la reciente política española, a cuenta de la yenka que se ha marcado el presidente de la Generalitat catalana, Carles Puigdemont.

Un president que primero anunciaba una declaración institucional para comunicar la convocatoria de elecciones autonómicas para, acto seguido, retrasarla al ver cómo se le revolvía medio y cuarto patio independentistas –manifestación de estudiantes espoleados por ANC y la CUP para llamarlo traidor y Gabriel Rufián acusándolo de judas incluidos– y acabar suspendiéndola temporalmente. Hasta que unas horas después decidió salir para desconvocar las elecciones que no había convocado porque –asegura sin ruborizarse– con la situación actual –entiéndase por situación actual la activación del artículo 155 de la Constitución– no permite que se celebren con garantías (de las nulas garantías del pretendido referéndum de independencia del 1 de octubre mejor no habla).

Por eso, en un salto mortal con tirabuzón de donde iba a decir digo digo ahora Diego, de convocar elecciones pasa a emplazar al Parlament a que mañana –ya casi hoy– vote esa declaración unilateral de independencia que no va a reconocer nadie y, de paso, da argumentos al Estado para aplicar ese artículo 155 que casi con toda seguridad habría quedado en suspenso si hubiera convocado elecciones. Que digo yo que podría haberlo hecho porque, total, lo de judas y traidor lo llevaba ya en el cuerpo.

Reflexionaba sobre todo esto cuando, tras más de doce horas en la redacción, apagaba el ordenador, cogía las llaves y le decía a una compañera que no me iba a quedar más remedio que poner la lista de canciones ochenteras que tengo para situaciones de emergencia en la radio del coche –a un volumen bastante elevado, por supuesto– si no quería quedarme dormido antes de llegar a casa. Que ese tipo de situaciones, al volante, no suelen acabar muy bien. Te irás con Puigdemont al ritmo de Alaska –o algo así–, me dijo ella.

Lo que me hizo pensar que eso de «¿dónde está nuestro error sin solución? ¿Fuiste tú el culpable o lo fui yo?» no vendría nada mal como banda sonora de este día en el que parece que todos querían lo mismo –elecciones y que no se aplicara el 155– y que parece encaminarnos a justo todo lo contrario. Sin embargo, cuando subí al coche, muerto de calor –eran casi las diez y media y el termómetro marcaba 29 grados–, pegajoso por el sudor y muerto de sueño, el programa aleatorio de la radio me sorprendió con un «hace tiempo que vive en un cuento del cual no quiere salir».

Desde entonces, mi banda sonora para este día se debate entre Ni tú ni nadie y Embrujada. Aunque, mucho me temo que, vista esa acusada tendencia de Puigdemont a pedir diálogo a todo el mundo para, luego, arreglárselas siempre para no ir cuando se lo ofrecen echándole la culpa siempre al otro de que no quiere hablar, es Tino Casal quien tiene todos los números para llevarse el premio. Y es que Puigdemont, como Embrujada, hace tiempo que vive en un cuento del cual no quiere salir.

La diferencia es que, si la botella acabó con el poder de la protagonista de la canción, en el caso del president será la Constitución. Y eso, por mucho que los independentistas digan lo contrario, es fruto de la aplicación de la democracia y no de una dictadura que, de facto, es lo que han instaurado ellos en Cataluña desde las –también– esperpénticas sesiones del Parlament los días 6 y 7 de septiembre. Fecha que, por cierto, viene también muy bien para otra canción.

Tino Casal, Embrujada, 1983.

[Fotografía de pixel2013 / Pixabay]