Cicerone en tierra extraña
Me “envía” mi amiga Paula a Iván, en escala técnica desde Almería a Gran Canaria. Imagino que, tras aguantarlo día tras día le apetecerá hacer vida práctica de soltera un par de días, por recordar viejos tiempos, más que nada.
Así que me veo renunciando encantado al fin de semana típico: no hacer nada, para pasar el día por la calle, bajo un sol de justicia y más de treinta grados de temperatura, haciendo de buen cicerone por las calles de Madrid.
Paseo por el Centro: Paseo del Prado, Carrera de San Jerónimo, Puerta del Sol, Preciados, Gran Vía y Alcalá, para acabar, por segunda vez en la fantástica exposición de Publicidad y propaganda en los primeros años del franquismo, en el Círculo de Bellas Artes.
Tras un merecido y relajado almuerzo, visita a la Fnac, para desesperación de mi cartera y paseo por la Calle del Arenal hasta el Real, la Plaza de Oriente y la Plaza de España. Metro y a casita, que me habían regalado entradas para el teatro a las ocho y media.
Reventado, escribo después de un día maratoniano e intensivo. Lo peor de todo es que mañana por la mañana tengo otro compromiso y no sé cómo voy a llegar. Se puede afirmar que el día de hoy ha sido de esos que te hacen desear que llegue el lunes para poder refugiarte en la rutina, una vez que ya hayas facturado a un amigo de toda la vida que se pasó a verte de camino a casa. Aunque sepas que acabarás reventado, estar con tu gente siempre te sabe a poco.