«Costas españolas»
Hay que ver cómo cambian las noticias según quién se vea afectado por ellas. Esta tarde estaba viendo la segunda edición del Telediario de TVE, sobre todo para saber cuánto tiempo dedicaban a Yéremi, cuando me sorprendió el titular con el que David Cantero dio paso a un vídeo. Algo así como 230 inmigrantes ilegales arriban durante este fin de semana a las «costas españolas».
¿Costas españolas? Hasta ahora, para los informativos de televisión, los cayucos siempre han llegado a las costas canarias, que es algo así como decir llegan a España, pero no tan España. La redactora que locutaba la información, amplió el dato. Desde el pasado viernes han llegado cuatro embarcaciones a las costas españolas: un cayuco con 139 personas a Tenerife, 36 a Fuerteventura, entre ellos una mujer embarazada de tres meses, que abortó durante la travesía, y 15 a la playa del Cabrón, en el sur de Gran Canaria. Las imágenes que acompañaban a la información, realizada en Madrid, por cierto, eran las del rescate de los inmigrantes llegados hasta Fuerteventura.
Hasta aquí, nos salen 190 personas y «costas canarias». Lo de las «costas españolas» se explica en los últimos quince segundos del vídeo, en los que se señala que una patera arribó ayer a una playa de Tarifa, con 40 personas de origen magrebí a bordo, que están siendo buscados por la Guardia Civil, ya que consiguieron escapar.
Es curioso, pero dos de las tres embarcaciones que llegaron a Canarias fueron interceptadas antes de llegar a puerto y la tercera lo fue nada más llegar. De hecho, se detuvo a la mitad de sus ocupantes. Sin embargo, la que arribó a la bien protegida costa del sur peninsular, lo hizo sin ningún problema, en medio de una playa atestada de bañistas.
La conclusión, por tanto, es bastante simple: la llegada de una patera a Andalucía hace que los 230 inmigrantes hayan llegado a las costas españolas. Si sólo hubiesen sido los 190, éstos habrían arribado, como ocurre cada fin de semana, a las costas canarias, que son españolas, pero parece que menos. La ultraperificidad. Sí, va a ser culpa de eso. De la lejanía.