Cantos de sirena meteorológica
Circula por ahí una leyenda urbana que dice que la información meteorológica es el único tipo de programa de televisión que es imposible dejar de ver a medias, antes de que termine. No sé lo que tendrá de cierto esta afirmación, pero desde que vivo en Madrid cada vez que escucho la sintonía de cualquier espacio meteorológico, mis pies, olvidándose de mi cerebro, me conducen, inexorablemente, ante el televisor, de la misma forma que me conducirían hacia la muerte si escuchase cantar a una sirena.
En invierno, seguía estos espacios con una especie de curiosidad morbosa. Para un canario, animal de tierra caliente por naturaleza, atisbar la posibilidad de una nevada sobre la capital del Estado, es como recibir el regalo más deseado el día de reyes. Sin embargo, este año no nevó. Al menos, mientras estuve por Madrid.
Ahora que el verano está cada vez más cercano, me veo ante el televisor deseando ingenuamente, de forma casi infantil, que el meteorólogo de turno pronostique una drástica bajada de temperaturas, aunque venga acompañada de lluvias intensas. Porque comienza resultar duro que, sin llegar a mitad de junio, los termómetros rocen ya los treinta grados un día sí y otro también.
Frente al seco aire mesetario, soportar el bochorno, ese pegajoso calor canario bajo la panza de burro, es como estar en el paraíso. Nunca pensé que me vería, a una semana de la llegada del verano, deseando que se pase el calor. Sobre todo, porque hasta este año siempre he esperado lo contrario. La playa suele disfrutarse mejor si hace calor. Por eso, supongo que todo se reduce a lo de siempre, a que aquí no hay mar. Y, por lo tanto, tampoco sirenas.
Lo que daría yo por estar en las Canarias ahora.
Atardece. Una birrita bien fresca en una terraza al lado del mar. La brisa marina agita mis cabellos y refresca el ambiente, mientras un cigarrillo se consume entre mis dedos. Contemplo la infinidad del manto azul que se extiende ante mis ojos y el sol rojizo que se va escondiendo tras unas rocas… A la derecha un chiringuito con música alegre, gente bailando en la arena. Y mi novia, que le han entrado caguerillas, en el garito de atrás echando pestes y algo más. La espero. Pero mientras tanto, qué paz, qué calma, qué tranquilidad…
Navegando entre el oleaje de internet te he descubierto, y me alegro. Te pongo en mis enlaces. Saludos.
No hay sirenas, pero seguro q algunas lobas sí, anímate!!
También soy canaria, y llevo unos meses saltando de Cádiz a LP, pero hace dos días estuve por los madriles, me dio escalofríos coger el metro en Atocha….
Besos, ah!habrá q esperar q Radio Faycán Telde emita por internet….jejejje
Baskerbill: Te aseguro que nadie tiene más ganas que yo de estar en las Gran Canaria, pero la vida es como es y no queda más remedio que aguantar. Los premios, cuando cuesta conseguirlos, se disfrutan mucho más.
Sando: Gracias por el enlace. También seguiré de cerca tu blog.
Versada: Lo de Atocha se va superando poco a poco. Cuando tienes que pasar por allí con frecuencia te haces a ello. Lo importante es no olvidar nunca lo que pasó.
Por cierto, Radio Faycán ya emite por internet. Pincha aquí, aunque tengo que decirte que no es una de mis emisoras favoritas.
Gracias por los comentarios y saludos a los tres.
Hola, pasaba por aqui… una lastima que hayas tenido que dejar canarias, yo tampoco me acostumbraria a “la playa” de madrid. Un saludo desde valencia ;·)
Bueno… igual no debería quejarme. Al fin y al cabo estoy en Madrid porque quiero. Además, ¡ya falta menos para hacer una escapadita a casa!
Creo que nos pasa a todos los que vivimos cerca del mar, y en especial a los isleños. Yo lo máximo que he soportado sin meterme en él son unos cuantos meses, nada más. Vete preparando, que va a hacer muuuucho calor.
Saludos