El centro del universo
No sé si será esto de cumplir años lejos de casa, no poder salir a celebrarlo porque mañana hay que madrugar bastante, el estrés propio de la redacción de una gran agencia de noticias o que, por mucho que me niegue a asimilarlo, he cumplido 30 años. Pero lo cierto es que esta noche me he descubierto en el tren, mientras viajaba de Nuevos Ministerios hacia Atocha, haciendo un repaso mental de aquellas imágenes televisivas que marcaron mi infancia.
Y es que, aunque haya personas a las que les cueste creerlo –hoy en la redacción dos compañeras no me echaban más de 25 años– soy uno de los muchos niños de los 80. Yo veía D’artacán y los tres Mosqueperros y La vuelta al mundo en 80 días de Willy Fog, los sábados y domingos después del Telediario de mediodía.
Recuerdo a Mayra bajando las escaleras del decorado de un Un, dos, tres… en el que los mayores premios eran un apartamento en Torrevieja y un flamante Seat Málaga. No puedo, tampoco, olvidar a Casimiro, un monstruo peludo y naranja que, al grito de «¿pero qué ven mis ojos: pequeños cachorros humanos aún sin dormir?», nos mandaba cada noche a la cama y los fines de semana enseñaba algo de higiene personal.
Acude, también, a mi memoria uno de los primeros números de la revista Teleindiscreta, que llevó mi tía Pepa a casa. La portada era un joven David Hasselhoff, subido al capó del que sería otro de los fenómenos de esa década: Kitt, el Coche fantástico. Cientos fueron las pegatinas de series y cantantes que coleccioné, después de separarlas de la grapa que las unía a la portada de la revista.
Viene a mi mente, sin que sepa muy bien por qué el recuerdo de Entre amigos, el abuelo de Noche de Fiesta que presentaba José Luis Moreno los viernes a mitad de los ochenta. Con él, también acude el recuerdo de un olor: el que desprendía el coche que todos los viernes pasaba por la calle donde vivía mi abuela y hoy vivo yo –cuando estoy en Gran Canaria–, vendiendo dulces. Salir con mi abuela o alguna de mis tías para elegir el dulce que quería era como un ritual. Aunque siempre fuera el mismo.
Abrumado y nostálgico, consciente de que el tiempo pasa y un poco de nosotros se va con él, llegué a mi parada. Camino de casa, aún sin abandonar del todo esos recuerdos, otra serie vino a mi cabeza. Una de esas series que exaltaban valores como la amistad, el compañerismo, el trabajo en equipo, el afán de superación… Y recordé su pegadiza canción, ésa que tiene mi hermano como tono en el móvil y que me hace sonreír cada vez que la escucho.
Y pensé que, como dice su introducción, el centro del universo debe de ser un lugar maravilloso. Y recordé que tengo algunos capítulos de la primera temporada grabados en el disco multimedia. Y, entonces, llegué a la conclusión de que 30 años no son demasiados para volver a la infancia, al menos durante 25 minutos después de cenar.
Y me dispuse a escuchar y volver a creer que «el centro del universo es sin duda un lugar maravilloso excavado en la roca llamado Fraggle Rock»…
Por cierto, que también he encontrado la canción en ingles.
Tranquilo Ruymán, yo ya los cumplí hace meses y sigo bien…tener esos recuerdos que tenemos los de treinta me parece formidable. También recuerdo David el Gnomo, el superhéroe americano, las chicas de oro…y un montón de cosas más. Si estamos en el mejor momento!Saludos y gracias por el post.
Aunque yo aún no he llegado a la treintena (al que haga la más breve insinuación…que se atenga a las consecuencias! ;D ) sí que recuerdo todas esas series y sintonías y por eso, cuando recibo en mi correo electrónico esos emails nostálgicos de los ´80 los leo y escucho una y otra vez… ME ENCANTAN aquellos maravillosos años!
Ay, qué tiempos…
http://es.youtube.com/watch?v=au3QLxlIUYw
Eowyn, ¡qué suerte tienen las mujeres, que dejan de cumplir años a los 25! 😛
Que buenos estaban esos dulces… en La guitarrilla a que si??
Pues no, Alt. La época de los dulces fue justo antes de que mi abuela se mudara a La Guitarrilla. Pero sí, sí que estaban buenos.
Qué recuerdos… qué generación. Nosotros todavía estamos a tiempo de que nuestros hijos no se coman la mierda en nuestra boca…
http://www.elmundo.es/elmundo/2011/12/01/television/1322757808.html
El friki que llevas dentro sabrá apreciarlo…
Ufff, mucho me temo, @D’Hubert, que este año en mi carta a los Sus Majestades de Oriente solo va a haber libros, porque me parece que este también me lo pido. 😉