Ola de calor
Parece que la segunda ola de calor que arrasa la Península Ibérica este verano comienza, tímidamente, a retirarse. El sol sigue derritiendo el asfalto, pero los termómetros arrojan unos valores ligeramente inferiores a los de días pasados y el aire ya no quema tanto. A pesar de ello, las temperaturas en Madrid siguen empezando por treinta.
Cada día se hace más pesado acercarse al ordenador -que se calienta con una rapidez espantosa- y encontrar la tranquilidad necesaria para desarrollar alguno de los diez o doce temas que tengo archivados como borrador.
Aunque la presencia de la familia por aquí me libra de preocupaciones como decidir y preparar el menú de cada día e, incluso, me proporciona más temas que puedo aprovechar para este blog -alguna escapada, visitas a exposiciones o cualquier anécdota del día a día-, el calor borra cualquier indicio de creatividad que permita desarrollarlos.
El aire, cuando corre, suele quemar; cuando te ves obligado a salir a la calle, el sol te aplasta contra el suelo; y, si no haces nada, el sudor se encarga de recordarte dónde estás, empapando toda tu ropa. Desisto de contar la tortura en que, esta semana, se han convertido las noches.
Los únicos momentos del día en que se respira algo de paz calórica son los que paso bajo los dominios del aire acondicionado de la redacción. El inconveniente es que el trabajo no suele ser compatible con escribir en un blog.
Así, el único consuelo que me queda es esperar que esta ola de calor nos abandone cuanto antes, para que las temperaturas se acerquen más a la treintena, y desear que las próximas tres semanas transcurran lo más rápidamente posible para marcharme a Gran Canaria, donde podré olvidar qué se siente a cuarenta grados a la sombra y siempre tendré cerca el mar.
Porque sigue resultando curioso ver cómo, cuando te quejas del calor, siempre hay alguien que salta con eso de que «en Canarias ya deberías estar acostumbrado».
Está visto que hay cosas que nunca cambian.


¡A ver si va a resultar ahora que los «aplatanaos» van a ser los madrileños! 😉
Eowyn, creo que Millaquito estaría muy de acuerdo con esa afirmación.
¡Quiero irme a mi casa! 😀
Por cierto, que fue de Millaquito????? 😉
Jajaja.. Eso es pq desconocen el efecto beneficioso de los vientos «aloisios» … Pero vete acostumbrandote a ese tipo de calor 😀
Eowyn, Millaquito debe estar volando, medio derretido, de regreso hacia Gran Canaria. Así que imagino que lo volveremos a ver por aquí más pronto que tarde. 😉
D’Hubert, teniendo en cuenta que en menos de tres semanas salgo de vacaciones, no pienso acostumbrarme (más) a vivir en el infierno.
¡Por fin bajo los efectos de los alisios! No volveré a renegar de la panza de burro. Ánimo Ruymán ya te queda menos. Bueno veo que me queda mucho por comentar después de unas semanitas sin visitar el blog.
jajaja… Esto es lo que se llama una intervención «por alusiones»