Premios y premios

Cuando estudiaba Periodismo, tuve un profesor que decía que ésta es una de las pocas profesiones que puede hacer que un día estés con lo más alto y al día siguiente, con lo más bajo de la sociedad. Y, aseguraba, no todos son capaces de soportarlo.

Según él, una noche podías cenar con un ministro y a la mañana siguiente, estar trabajando como reponedor en un supermercado, mientras te haces pasar por inmigrante ilegal para escribir un reportaje. El riesgo, decía, está en que acabes creyéndote que formas parte de lo más alto y no seas capaz de descender cuando hace falta, casi a diario.

Sin llegar a esos extremos, sí es cierto que en mi corta carrera como periodista me ha tocado cubrir desde actos con ministros o presidentes autonómicos, hasta sucesos cualquier barrio de Madrid, pasando por manifestaciones de todo signo.

Aunque la situación más curiosa -o la que provoca un mayor contraste- de todas ha sido la que ha tenido lugar entre ayer y hoy -o, mejor dicho, entre anteayer y ayer-, ya que tuve que cubrir dos entregas de premios consecutivas.

En la primera intervenía la Infanta Cristina. La otra tuvo lugar en lo que hasta hace pocos meses fue un prostíbulo.

A ustedes les dejo que imaginen en cuál de las dos lo pasé mejor.