Tiempo de recompensa
Después de cada sacrificio –no voy a decir penitencia–, viene un tiempo de tranquilidad; de descanso. Pero con algo de suerte y a poco que nos lo propongamos, ese tiempo de descanso puede convertirse en una auténtica recompensa. Digamos –a modo de ejemplo– que al sacrificio de haber trabajado el pasado fin de semana y este festivo Jueves Santo que acaba de concluir, por pura justicia laboral, le siguen unos cuantos días de descanso.
La recompensa, en cambio, consiste en que no los pasaré en Madrid, sino en Gran Canaria, en casita. Sin embargo, en vez de comenzar a disfrutarla en un tren, lo hago a bordo de un avión de Iberia.
Undrop, Train, 1998.