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El valor de los detalles

miércoles, 16 junio 2010

Cuentan que para ser un buen periodista, uno tiene que fijarse en los detalles, ya que en innumerables ocasiones nos aportan la información más valiosa, permitiéndonos convertir una simple noticia en una auténtica historia. Aunque pueda sonar un poco vago, estoy seguro de que todos los periodistas que hayan hecho la calle en algún momento de su carrera entenderán muy bien a lo que me refiero.

Para llegar a la redacción, entre otros medios de transporte público, cada día tengo que coger una guagua en el intercambiador de Avenida de América. Los primeros días que utilicé la instalación me llamó la atención que la vía de circulación y los andenes estuviesen prácticamente encharcados, a pesar de estar en un subterráneo. Pero como esa semana había nevado, primero, y después llovía bastante, tampoco le di demasiada importancia a este hecho. Supuse que sería fruto del agua que escurría de los vehículos que entraban.

Con el paso de los días el tiempo mejoró, pero la calle subterránea continuaba mojada. Algo no cuadraba.

Durante semanas me pregunté a qué obedecería el hecho de que, pese a la ausencia de lluvia, el asfalto no se secara, hasta que un día, fruto de una simple casualidad, descubrí ese detalle que contenía la respuesta.

¿Qué ocurrió? Algo tan sencillo como que un día, mientras la guagua rodeaba la isla central de la estación, camino de la salida, se me ocurrió mirar hacia las paredes del recinto, en lugar de fijarme en el interior del vehículo o en lo que ocurría en los andenes. Y allí estaba la respuesta.

Apenas unos metros antes de embocar el túnel que dirige hacia la salida del intercambiador –y casi en la esquina opuesta al lugar en el que espero cada día–, camuflada tras los paneles metálicos que recubren las paredes del subterráneo y la mimetiza con ellas, hay una máquina de lavado.

Un simple vistazo casual a un entorno cotidiano en el que apenas me había fijado bastó para que todo encajara. El túnel de lavado era la respuesta que llevaba semanas ignorando. Las húmedas marcas de rodadas que llevaban desde su salida hasta los distintos andenes así lo corroboraban.

Aunque pueda parecer que esta historia, seguramente irrelevante y aburrida, no tiene relación alguna con el párrafo que encabeza este texto no es así. La tiene. Porque viene a corroborar que, por mucho que creas conocer algo –un lugar, una persona– siempre puedes encontrar un detalle, por minúsculo que parezca, que te descubra una cara que hasta entonces desconocías.

En eso radica el valor de los detalles. Y por eso es por lo que, siempre, hay que estar atentos a ellos. Tanto en el periodismo como en la vida.

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2 comentarios leave one →
  1. EVA permalink
    jueves, 17 junio 2010 8:38 pm

    Detalles, olores….Cuántas lecciones que ahora cobran sentido ¿verdad?

    Lo mejor de todo esto, es que a quien no es periodista le ocurre lo mismo en su día a día. Conoces, o mejor dicho, crees conocer a alguien cuando, de repente un detalle, por pequeño que sea, cambia nuestra percepción inicial hacia esa persona; para bien o para mal….

    Y por terminar con una de estas frases hechas, que a todos nos gustan, sólo me queda decir que «la felecidad está compuesta de pequeños detalles.»

  2. jueves, 17 junio 2010 8:48 pm

    Muy cierto, Eva. De ahí la última frase de la entrada. Sólo espero que esos detalles que cambian tu percepción de alguien lo hagan siempre para bien, porque eso significará que esa persona merece la pena. Un abrazo.

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