Agua embotellada
Me ha llamado la atención ver cómo en las últimas semanas vuelve a hablarse sobre el negocio del agua embotellada y su sostenibilidad medioambiental, ya sea a través de cadenas de correos electrónicos, menciones en Twitter, artículos en periódicos o, incluso, una interesante reflexión a cargo de Guillermo Fesser a cien millas de Manhattan.
Con excusas como que se trata de un negocio altamente contaminante, que genera una gran cantidad de deshechos en forma de botellas y garrafas de plástico que no se reutilizan y prácticamente no se reciclan; que se paga un bien barato y –al menos en teoría– abundante a precio de oro, sólo por venir embotellado desde no se sabe qué manantial; o, simplemente, que muchas veces no es más pura que la que sale del grifo, muchos aprovechan esta discusión para pedir una regulación que prohíba la comercialización del agua embotellada.
Hay que reconocer que no les falta razón en sus argumentos. Este tipo de industria es culpable de eso y de mucho más. Sin embargo, no puedo estar más en desacuerdo con su conclusión. Consideraciones legales al margen –que desde ese punto de vista habría mucho que contar–, hay muchos lugares en los que si escuchasen hablar de que se quiere prohibir la venta de agua embotellada les entraría la risa floja.
No hablo de países del tercer mundo, que también. Pero no hace falta irse muy lejos. Ni tan siquiera salir de España. Canarias, de cuyos problemas endémicos con la escasez de agua ya escribí en los inicios de esta bitácora, es un claro ejemplo de ello. En casi ningún lugar del archipiélago el agua del chorro (allí, el grifo siempre fue chorro, aunque el uso de la palabra empiece a perderse) es potable.
Me parece muy bien que surja este debate. Considero que, tal y como está el planeta, es muy necesario, no sólo concienciar a la ciudadanía, sino actuar en consecuencia. De fomentar un consumo responsable, sin caer en generalizaciones y soluciones uniformizadoras y absolutistas que intenten igualar lo que no es posible.
Al fin y al cabo, la riqueza de la Tierra está en su diversidad y de conservarla es de lo que se trata.
Guillermo Fesser, A cien millas de Manhattan, Le dicen agua, pero es refresco, 2010.
[Fotografía de Cohdra/Morguefile]
Hombre, potable sí que es el agua. ¿ O sanchochas los huevos con agua de garrafa ? Otra cosa es que no la bebamos, y no ya por el proceso de desalinización, sino más bien por el estado de las tuberías de abasto.
@D’Hubert, un huevo lo sancocho con agua del chorro, pero no me bebo ese agua. Además, ¿Nunca te has fijado en cómo se van poniendo los calderos con el tiempo o en la costra de cal que se va formando en los grifos?
Al margen de que no te falta razón en lo que respecta al estado de las tuberías de la red de abasto, te recuerdo que no en todos los municipios hay desaladoras. Tampoco todas funcionan igual y, es más, hay lugares donde se mezcla el agua desalada con la de pozos… Pero vamos, que en el fondo estamos de acuerdo. 😉