Halloween de vergüenza (ajena)
Desde que el pasado martes descubrí a través de un tuit de Radio Arucas una de esas noticias que dan vergüenza ajena, estoy dándole vueltas a la forma de analizar lo sucedido sin que el asunto dé más vergüenza ajena aún. Como he llegado a la triste conclusión de que no es posible, primero les dejo la pieza de la Televisión Canaria que compartió Radio Arucas y después les comento un par de cositas.
La historia, de forma muy resumida, consiste en que una discoteca organizó una fiesta de Halloween para alumnos de varios institutos de Gran Canaria, pero la situación se le fue de las manos. La policía interviene y dice que en el interior de la sala había más personas de las que permite el aforo del local y, además, encontraron bebidas alcohólicas, por lo que ordenaron el desalojo del local.
Y, claro, la situación se desmadra. Los menores, borrachos o no, la emprenden a golpes con fachadas, guaguas y mobiliario urbano y los vecinos, más que hartos de soportar las consecuencias de vivir junto a una discoteca durante años, la emprenden contra el negocio.
El propietario, que tiene todos los permisos en regla, por su parte, niega el exceso de aforo y haber vendido alcohol a los menores que, según él, eran todos mayores de 16 años, aunque en alguna información se habla de niños de doce años borrachos. Y carga contra la policía.
Aquí, cómo contaron la historia en los informativos de Antena3 Canarias:
Más allá de que los vecinos aprovechen para quejarse de lo duro que es vivir al lado de una discoteca, a pesar de que la situación no tiene ya nada que ver con la que se vivía a finales de los años 80 y principios de los 90, cuando era una de las salas más populares de la Isla (cosa que sé porque vivo a unos 200 metros, aunque al otro lado de la carretera y –por suerte– un par de calles con una pendiente muy pronunciada más arriba, lo que, en cualquier caso, no era obstáculo para que en sus buenos tiempos el ruido que se formaba en la calle muchos fines de semana llegara hasta mi casa), lo ocurrido la noche del pasado domingo es muy grave.
Porque, aunque a los medios les venga muy bien este cruce de acusaciones entre el empresario y policía y Ayuntamiento, aderezado con las correspondientes declaraciones de los testigos de los hechos (botellas tiradas por la calle, «niños borrachos en el suelo», «chicas haciendo el amor en las puertas», rayas de cocaína en los escalones…), cuya pertinencia no voy a entrar a valorar, todo el mundo pasa de puntillas por el hecho más penoso de todos.
De lo que se habla aquí es de que, con motivos fundados o no, se ha desalojado una fiesta que estaba dirigida a menores de edad y se celebraba de madrugada en una discoteca. ¿Pero es que a nadie le preocupa eso? ¿Es que me he perdido algo y ahora es normal que los adolescentes, menores de edad en cualquier caso, pasen toda la noche fuera de casa, en una discoteca?
Puedo entender que una discoteca organice fiestas para menores, en las que no se sirvan bebidas alcohólicas. De hecho, cuando yo era adolescente, en esa misma discoteca se celebró alguna de esas fiestas coincidiendo con los carnavales, pero siempre en horario de tarde. Nunca de madrugada.
Quiero imaginar, además, que un empresario no va a arriesgar su fuente de ingresos vendiendo a menores sustancias que la ley le impide venderles, por lo que me parece completamente verosímil que fueran los propios adolescentes los que introdujeron el alcohol en la sala o lo tomaron antes de entrar.
En cualquier caso, el daño ya está hecho. La fiesta se desmadró y acabó mal y antes de lo esperado. Ahora, todos (medios, vecinos testigos, instituciones y empresario) nos rasgamos las vestiduras por lo ocurrido. Pero nadie se hace la otra pregunta que planea sobre este asunto: ¿dónde está la responsabilidad de los padres de esos niños, que alegremente les permiten acudir a este tipo de fiestas?
Lo que no podrán negar es que, aunque en un sentido completamente distinto al que esperaban, esa noche se lo pasaron… de miedo.
El otro día eran 100 metros, hoy 200… Saca el metro y mídelo con exactitud que ya se sabe lo que es rigor en el periodismo XD
@D’hubert, creo que tu capacidad para fijarte en lo anecdótico y obviar por completo lo verdaderamente importante no dejará nunca de asombrarme. 😛
Ahora el que se ha quedado » asonbrado » he sido yo… 😀
@D’Hubert, contestar desde el móvil puede provocar ese tipo de errores, que ya está corregido. No obstante, sirve para ratificarme en lo que decía en él: sigues fijándote en la anécdota y no en la cuestión principal.
Tampoco creo que es tan relevante la responsabilidad de los padres en este caso. Todos hemos sido menores de edad y hemos hecho cosas a espaldas de nuestros padres y no por eso considero que, en concreto los mios, hayan sido irresponsables, más bien yo. Es más, hablando de juventud ni tan si quiera es irresponsabilidad, es curiosidad ante lo desconocido y falta de miedo ante las consecuencias.
Tú dejas salir a tu hijo adolescente pq das por hecho que en una discoteca no se permite acceder a un chaval de 12 años, así q la responsabilidad la buscaría en el dueño de la discoteca y en su afán de lucro a costa de la salud de decenas de menores y a las autoridades públicas que saben que estas situaciones se producen fin de semana tras fin de semana.
Te recomiendo ver «Zona hermética» de Callejeros, sobre el tema.
@Eowyn, creo que lo indico en el texto, pero lo vuelvo a aclarar por si no se entiende bien. No digo que la responsabilidad sea exclusivamente de los padres. Por supuesto que el empresario -si es verdad que despachó alcohol a los menores- tiene muchísima culpa. Del mismo modo que, si como se apunta, la fiesta fue promocionada desde diversos institutos, habría que mirar para esos centros.
Pero que los niños tengan curiosidad y beban aunque se les prohíba, no exime a los padres de su responsabilidad sobre sus hijos. Y, llámame anticuado si quieres, pero doce años me sigue pareciendo demasiado poca edad para experiemntar según qué cosas. O en mi época éramos muy tontos o los niños de hoy están demasiado espabilados. 😉