La maldición de Cristiano
Ayer, apenas unas horas después de que nos acostáramos —los que solemos trasnochar un poco— con la trágica muerte del actor Robin Williams, nos encontramos con un claro ejemplo de noticia gilipollas, de esas que, cada vez más, pueblan las webs de los medios de comunicación con el objeto de convertirse en virales y atraer más clics que la competencia aunque su contenido sea una soberana estupidez.

Según la prensa mundial, Robin Williams es, de momento, la última víctima de la maldición de Aaron Ramsey.
La noticia gilipollas de ayer señalaba que con la muerte de Williams, la maldición de Aaron Ramsey, centrocampista del Arsenal, crecía un poco más. Según esta presunta noticia —que vi por primera vez en Mundo Deportivo, aunque parece haber sido eliminada de su hemeroteca, y que unas horas después reproducía más de un centenar de medios, según Google News– cada vez que el jugador marca un gol en un partido oficial —la información no dice nada de entrenamientos ni pachangas— fallece un personaje más o menos conocido. Y, a continuación, pasa a enumerar varias de las víctimas del acierto goleador de Ramsey.
La muerte del famoso, eso sí, no es instantánea. Pueden pasar hasta tres días desde que el centrocampista anota un tanto hasta que se produce un fallecimiento que el redactor de turno pueda considerar relevante. Así, cualquiera. Con la de famosos que mueren cada año, a partir de hoy, podemos echarle la culpa a cualquier liga del mundo y tener una noticia como esta, miles de retuits y clics asegurados, cada lunes.
Es más, anoche el Real Madrid ganó la Supercopa de Europa al Sevilla, gracias a dos goles marcados por Cristiano Ronaldo. Un par de horas después, nos enteramos del fallecimiento de Lauren Bacall. Desde esta humilde tribuna me atrevo a sugerir a cualquier periodista deportivo que investigue el asunto. Porque me da en la nariz que aquí hay tema. Y, con la de goles que marca cada año, no vean la de visitas que podría generar la maldición de Cristiano.
Y eso, en el fondo, es dinerito fresco para las cuentas de los medios.
Que luego, los directivos de esos mismos medios se pregunten extrañados por qué la gente ya no se fía de ellos, se partan el pecho asegurando que su cabecera es un adalid de la libertad de expresión —y, por tanto, garante de la democracia—, que no entienden dónde se encuentra el origen de la crisis que atraviesa la profesión y que no saben qué hacer para superarla, no debería extrañarnos.
Como no debería extrañarnos tampoco que exijan —y consigan— que el Gobierno cree un injusto e inútil canon a su medida con el que intentar seguir reteniendo el monopolio de determinar lo que es de interés para la sociedad, a la vez que —esperan— obtener ingresos con los que compensar las pérdidas que económicas que genera su incompetencia.
A los ciudadanos, en el fondo, todo eso les da igual mientras —opinan— puedan seguir informados de asuntos tan importantes para su bienestar como la maldición de Ramsey. O la de Cristiano, que, ya les digo yo ahí también hay tema. Solo hay que buscar qué desdichado famoso tuvo la mala suerte de ir a morir el mismo día que al portugués le dio por marcar un gol. Si buscan bien, seguro que encuentran. Quizá así acabemos con la crisis de los medios y consagremos de una vez por todas el periodismo gilipollas.
[La imagen de Robin Williams y Aaron Ramsey la encontré en El Show de Perú, porque el periodismo gilipollas tampoco entiende de fronteras]