Malditas ‘subprime’
No sé si, a estas alturas de la película, sabrán qué son las subprime. Tengo que confesar que, a pesar de haber trabajado durante cinco años en un banco, hace una semana yo tampoco tenía ni idea de lo que son. Sin embargo, mañana –o, ya hoy– abro la sección de Finanzas y el cuaderno salmón de La Gaceta con este tema. Lo que parecía que iba a ser una anécdota veraniega hoy ha obligado a cambiar todo el orden del periódico. Paradójicamente, lo que me ha llevado redactar la página más importante de la sección –la de apertura–, hace una semana que me trae por la calle de la amargura.
Explicada en pocas palabras, la crisis de las subprime, o hipotecas de alto riesgo, parte del hecho de que los bancos estadounidenses conceden préstamos hipotecarios a personas que, probablemente, no podrán pagarlos, y, para sacar esos riesgos de sus balances, digamos que los venden a fondos de inversión que son los que cobrarán los intereses. La crisis del sector inmobiliario en Estados Unidos ha hecho que muchas de esas personas ya no puedan pagar las cuotas y el sistema amenaza con venirse abajo. Hay falta de liquidez, varios fondos han quebrado y el miedo comienza a extenderse por todos los mercados. Cae un fondo en Alemania y Tres en Francia –uno de ellos comercializado también en España–. El Banco Central Europeo y su homólogo estadounidense actúan para calmar a los inversores y cunde el pánico en los mercados. Caen los fondos, con independencia de que hayan invertido en subprime, y arrastran a las bolsas con ellos.
En esa caída, también arrastran a la redacción del periódico, ya que este asunto ha eclipsado cualquier otra información y, encima, a la sección de Finanzas la coge de lleno. En un día, además, en el que sólo éramos tres los que estábamos en la sección. De este asunto, en principio, nos encargamos Beatriz y yo, pero ella hoy no estaba. Afortunadamente, conté con la inestimable ayuda de Gema para poder acabar la página y llegar al cierre, con la lengua fuera, pero sin pasar demasiados apuros. Periodismo en estado puro.
Luego, para rematar la faena, varios de los que hemos llegado con el verano a la redacción nos fuimos a Illescas, provincia de Toledo, a visitar la planta de impresión donde se imprime el periódico. Lo cierto es que el nombre le viene que ni pintado, porque, realmente, impresiona. De entrada, es igual que en las películas: las bobinas de papel corriendo por las rotativas, el olor a tinta que lo impregna todo, los cuadernillos sobrevolando la nave, colgados en milagroso equilibrio… Una enorme maquinaria de precisión que se pone en marcha en el momento en que el periódico cierra la edición y que sólo para en el momento en que los ejemplares no llegan a los quioscos.
El día que la crisis de las subprime casi me vuelve loco, acabó en Illescas, al borde de la medianoche, con la satisfacción de ver cómo toma cuerpo el trabajo de todo un día. Es una satisfacción salir hoy, con el periódico de mañana bajo el brazo, sabiendo que tres de las ochenta páginas que lo componen las has llenado tú. Porque, además del asunto de la crisis hipotecaria, mañana publico dos reportajes en el suplemento de inversión. Una doble página para mi solito.
Creo que esta entrada suena bastante a un poco de autobombo, pero, después de sufrir en mis carnes las dichosas subprimes, me atrevería a afirmar que me lo merezco. Además, me temo que todo este asunto apenas acaba de comenzar.
Como recuerdo de la visita, me traje dos de las planchas de la portada del suplemento de Ocio del número de hoy. Hubiese preferido que fuese del salmón, pero cuando nos marchamos aún se estaba tirando. Por cada página en color hay cuatro planchas: amarillo, cian, magenta y negro. Para las páginas en blanco y negro, evidentemente, sólo hay una.