Leyendo el Quijote

Rozando la madrugada y exhausto, me siento a escribir lo que ha dado de sí este 23 de abril, a la sazón, Día del Libro y, por tanto, jornada de celebraciones, como la tradicional lectura ininterrumpida del Quijote que, desde hace doce años, se celebra en Madrid.

Así que esta tarde me he ido al Salón de Columnas del Círculo de Bellas Artes para cubrir el evento, junto con una nube de cámaras, reporteros gráficos y micrófonos a la caza de unas declaraciones de Mariano Rajoy, Esperanza Aguirre o Miguel Sebastián. En esos momentos, mientras nadas, grabadora en mano, en un mar de brazos, escoltas y micrófonos, sabes lo que sienten cada día los mal llamados periodistas del corazón. Seguro que esta noche mi brazo izquierdo ha salido en más de un informativo.

Mientras intentaba empaparme del ambiente literario de la tarde, caí en la cuenta de que, en el periodismo, la espera nos iguala, porque junto a mi aguardaban, pacientemente, la llegada de cualquier personalidad la periodista de Antena 3 María Rey, o las reporteras Agurne Anasagasti, de Noche Hache, o la coreana Usun Yoon, de El Intermedio, quien, micro en mano, me atracó, unas horas después, con lo que corro serio riesgo de aparecer haciendo el ridículo en la Sexta. Si hubiese llevado al Friki conmigo, me habría echado en cara la ausencia de su querida Pilar Rubio.

Sin embargo, lo mejor de este tipo de actos es poder mezclarte con el público asistente, que forma una enorme cola para subir al escenario a leer unas pocas líneas del Quijote. Ver las caras de unos niños, que apenas llegan a la altura del atril, cuando les preguntas qué han sentido mientras leían para tanta gente no tiene precio. Por un momento se sienten importantes, famosos. Y, casi siempre, lo que cuentan tiene más interés que lo que dicen -o callan- los políticos.

Fueron unas tres horas intensas, en las que se dieron cita dos de las muchas caras del periodismo.

La de hoy ha sido una forma diferente de celebrar un día del libro en el que El último encuentro, del escritor húngaro Sándor Márai, se suma a mi lista de lecturas pendientes, gracias al amigo invisible literario que se organizó en la redacción.

El único aspecto negativo de la noche es que me quedé con ganas de leer un trocito del Quijote. Había demasiada gente y tenía que volver a la redacción. Como acaba el viernes, tal vez me pase mañana. Para la lectura siempre hay tiempo.

Aunque no siempre sea el tiempo suficiente.