Sueños de aeropuerto
Era una mujer fuerte y vivaracha, siempre optimista y animada ante las largas y tediosas horas de la jornada laboral.
Le encantaba pasarse el día entre puertas de embarque, salas de espera, controles de pasaportes y cintas transportadoras de equipajes. Cuando se quedaba sola -lo que ocurría con bastante frecuencia en los interminables turnos de noche- solía soñar que cada día volaba a un nuevo destino, cada vez más exótico y lejano.
Podía recordar hasta el más mínimo detalle de esos imaginarios lugares en los que soñaba haber estado y de cuya existencia sólo conocía por las pantallas que informaban de las llegadas y salidas de los vuelos.
Vivía, prácticamente, en el aeropuerto. Y, a pesar de lo que pudiese pensarse, era feliz con su vida aunque subiera a los aviones únicamente para limpiarlos.
Porque le aterraba volar.