Sensaciones de septiembre
Durante muchos años, para mí, el inicio del mes de septiembre estuvo siempre asociado a una cierta sensación de suave nerviosismo, encarnado en un continuo pero leve rebullir de mariposas en el estómago. Septiembre era un momento de sensaciones encontradas. Finalizaba el verano y la rutina regresaba.
Porque el noveno mes del calendario traía marcada en rojo la fecha del regreso a las clases y, con ellas, el de aquellos amigos a los que no veías desde finales de junio. Era el momento, aromatizado por el embriagador olor a libros y cuadernos nuevos, lápices recién afilados y gomas sin estrenar, que daba el pistoletazo de salida a un nuevo otoño que pronto cedería el protagonismo a la espera de otra Navidad ilusionante. En definitiva, se trataba del comienzo de un nuevo ciclo.
Por ello, esa necesidad de volver a la rutina que llegaba con septiembre obligaba a tener que dejar de trasnochar –a acostarse mucho más temprano que durante los meses anteriores– y empezar a madrugar de nuevo, lo que, unido a los nervios propios del inicio de un nuevo curso, durante las primeras noches se traducía en una relativa dificultad para conciliar el sueño a una hora decente.
Como ocurre con muchas otras cosas, el paso del tiempo va borrando esas sensaciones. Cuando uno crece y su calendario deja de estar regido por el del curso escolar, las mariposas desaparecen casi por completo y, a lo sumo, experimenta esos problemas para dormir la noche anterior al primer día de trabajo tras –con suerte– un escaso mes de vacaciones.
Sin embargo, tengo que confesar que yo he conseguido que gran parte de esas sensaciones que experimentaba durante los meses de septiembre de mi niñez se condensen en la noche del 7 al 8. Pero, eso sí, siempre que la mañana siguiente vaya a madrugar para, como marca la tradición, ir caminando a Teror.
Como otros muchos días del Pino.
“Cuando uno crece y su calendario deja de estar regido por el del curso escolar…” esto no sucede igual para todos, que hay muchas personas que miden sus años por cursos.
Y sus cursos por años
Es verdad, algunos como Millaquito siguen teniendo tres meses de vacaciones al año… 😀
Sin ánimo de entrar en agrias polémicas sólo diré que no tengo tres meses de vacaciones, ni mucho menos, y que hay quien teniendo el mes reglamentario trabaja mucho menos.
En cualquier caso, me refiero a que cuando dices “el año pasado…” casi siempre estás hablando del curso pasado, aunque pertenezca al mismo año natural.