El día de la nevada
Después de haber vivido casi dos años y medio en Madrid, hace un año tuve que regresar a Canarias sin haber visto caer un mísero copo de nieve sobre la capital. Sin embargo, esta ciudad que siempre ha despertado en mí unos sentimientos de amor-odio, saludó el inicio de una nueva etapa en nuestra relación con una copiosa nevada que se extendió durante toda la tarde y gran parte de la noche del pasado domingo, cuando apenas llevaba unas horas en estas tierras mesetarias.
A pesar de que el frío –y las maletas a medio deshacer– aconsejaban quedarse en casa, la curiosidad por presenciar un espectáculo poco habitual, que además era nuevo para mí, –y la necesidad de comprar leche para poder tomar algo caliente esa noche– me obligaron a salir a la calle y, bien abrigado, dar un pequeño paseo por los alrededores de la Puerta del Ángel.
Gracias a la cámara de mi HTC Magic, puedo a continuación dejar constancia gráfica de algunas de las estampas que encontré mientras buscaba una tienda abierta. Al final, trayecto en metro incluido, acabé en un abarrotado Opencor.

Los coches aparcados en el paseo de Extremadura ya lucían un manto blanco.

Yo no me sentaría en ese banco.

Apenas media hora más tarde, la capa de nieve lo cubría casi todo.

Hasta los setos del jardín se habían teñido de blanco.

Y las papeleras lucían unos curiosos 'gorros' helados.
Durante el paseo me llamó mucho la atención ver cómo, poco a poco, la nieve se iba acumulando sobre los paraguas, hasta teñirlos completamente de blanco. O el particular sonido que producían los copos al caer; el crujido de las pisadas sobre la nieve blanda; o el extraño tacto, casi de polvo, que ofrece recién caída.
Imagino que, para alguien acostumbrado a presenciar este tipo de situaciones, experimentar estas sensaciones, aunque sea en medio de la ciudad, no tendrá mucho de especial. Pero para alguien procedente de un lugar tan poco dado a estos fenómenos como es Canarias, una nevada como esta constituye todo un espectáculo. En cualquier caso, diré en mi descargo que no era el único que hacía fotos. Ni mucho menos.
Sin embargo, esta nevada tiene también su lado negativo, traducido en el trauma de pasar de los más de 25 grados de Gran Canaria a -1, en apenas 24 horas y, sobre todo, en tener que hacer equilibrios sobre el hielo en que se ha convertido la nieve al día siguiente, mientras vas de camino a tu primer día de trabajo.
Nota: Este texto fue escrito el 11 de enero de 2010, justo un día después de la nevada.
A que cuando hay que trabajar la nieve no es tan «divertida»?…